sábado, 3 de mayo de 2014

Protocolo de actuación en caso de emergencia



–Don Arturo, no reprima usted el vómito.

Presentación del Caso

Public Felt Paper Co. está bajo una vigilancia absoluta durante las veinticuatro horas del día. Nada escapa a las cámaras que son observadas escrupulosamente por los vigilantes desde la sala de control. Un circuito de televisión cerrado que recorre todos los recovecos de la fábrica. La alarma visual se activa en cuanto una cámara detecta cualquier indicio de peligro. El sistema informático de seguridad permite localizar las coordenadas de la amenaza en cuestión. En la sala de vigilancia, una alarma sonora indica a los guardias de turno el punto exacto donde se ha producido la incidencia. En ningún caso se especifica el motivo del aviso. Cualquier persona u objeto dentro del área que el sistema informático ha delimitado es susceptible de ser neutralizado mediante el uso de la fuerza.

Detección de la amenaza

Unos imperceptibles cuchicheos de una de las trabajadoras del sector de ensamblaje han activado la alarma. El sistema de reconocimiento facial ha detectado una supuesta actividad subversiva de una de los miembros de la plantilla laboral. Al parecer, la mujer en cuestión señalaba a una compañera la necesidad de exigir un sueldo acorde al de sus compañeros masculinos. En el código interno de la compañía este tipo de faltas están consideradas como “muy graves”. Sin embargo, por cuestión de orden público, es imposible actuar mediante el empleo de hombres uniformados. El protocolo diseñado por el Sr. Redneck prevé al detalle esta contingencia.

Primera fase. Identificación de la amenaza

El responsable de vigilancia debe identificar al trabajador o trabajadora sospechoso o sospechosa de actividades delictivas o sediciosas. Una vez identificado, se clasificará de acuerdo a su filiación sindical. De forma paralela, la seguridad de la compañía deberá apagar inmediatamente cualquier sistema de video – vigilancia que afecte a la zona amenazada. Comienza la segunda fase.

Segunda fase. Prevención de la amenaza

Los miembros de vigilancia puestos sobre aviso actuarán sobre la amenaza. El odio hacia el patrón es inmensurable; pero hacia el trabajador sedicioso es infinito. Los vigilantes se dirigirán a la zona señalada para neutralizar cualquier potencial amenaza.

Tercera fase. Comprobación de la amenaza

En estas situaciones, el protocolo prevé la eliminación, por innecesario, de este paso. Desde el momento que se activa el protocolo de actuación ante emergencia cualquier sospechoso es por definición culpable.

Cuarte fase. Eliminación de la amenaza

El éxito del protocolo reside en la gran libertad que concede a los actores implicados en su cumplimiento. Durante esta cuarta fase, el protocolo de actuación tiene previsto el libre albedrío de la demencia personal de cada sujeto implicado. El protocolo ha considerado y calculado las probabilidades infinitas de crueldad que anidan en cada cerebro humano. James no tuvo que molestarse mucho tiempo en la redacción de este punto. Solo tenía que dejar que el viento soplase. Dentro de cada uno, pequeño y agazapado, hay un tímido asesino dispuesto a llenarse las manos de sangre. Lo único que hay que procurar es despertar a la bestia dormida, hacerla enfadar y lanzarla sobre la víctima. Todo se resolverá en cuestión de unos sádicos minutos.

Quinta fase. Comprobación de los resultados

De repente, de un día para otro y sin que nadie sepa cómo, aparece en una olvidada sala de la compañía el cuerpo amoratado de una mujer joven. Su rostro se cubre de magulladuras y de sangre resaca. La cara, con uno de los pómulos grotescamente hundido, es una masa deforme. Es difícil identificar a la víctima. Desnuda, son evidentes los signos de una violación brutal en la que han debido participar varios individuos. En una de sus manos, algunas uñas han desaparecido; en la otra, uno de los dedos se ha convertido en un grotesco muñón que desprende un olor punzante y desagradable. Todo parece indicar que el dedo no ha sido seccionado de forma limpia, sino arrancado. Su costillar se hunde bajo un océano amoratado y se pueden adivinar unas cuantas costillas rotas. En su pecho son todavía perceptibles las muchas marcas de cigarros apagados con saña sobre aquella delicada piel. Una cicatriz carbonizada era el único recuerdo de la soga de alambre que cubrió su cuello. Dos grotescos agujeros indican el lugar exacto donde antes había una nariz. Por supuesto, las orejas formarán parte ahora del tesoro de algún sádico torturador. En la boca, una bolsa de plástico esconde la pérdida de varias piezas dentales y ocupa el espacio de la lengua cortada. Uno de los ojos se pierde en los párpados todavía hinchados. El otro desapareció dejando una profunda y oscura cuenca que ya no mira hacia ningún lugar. La joven había sido rapada.

–Vomite, don Arturo. No se reprima. Si se vuelve a tragar su vómito, los ácidos del estómago van a corroerle las entrañas y le matarán poco a poco por dentro. Vomite, no tenga miedo y expúlselo…

Luis Pérez Armiño


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