sábado, 17 de mayo de 2014

Cuando Lenny encontró a Pam

Lenny Williams tenía asignado un puesto en la cadena de montaje en el turno de tarde. Acudía puntual a su puesto, todos los días de la semana, a las tres de la tarde. Incluso, era frecuente que se presentase en la cantina de la fábrica una hora antes, incluso dos; le gustaba comer con sus compañeros y se ahorraba tener que cocinar. Llevaba en Pooltron City los suficientes años como para haber tomado el pulso a la ciudad. Venía de un pequeño pueblo de la costa al sur de la ciudad con la intención de buscar algo de fortuna. En su haber, un currículum reducido y limitado, algún puesto de peón en barcos faeneros de poco calado y muchas horas dedicadas a actividades de las que no debía quedar constancia.


Lenny era de estatura normal; su rostro no ofrecía ningún rasgo distintivo. Su uniforme azul, siempre impoluto y debidamente planchado. Todos los compañeros envidiaban a Lenny; no comprendían cómo era capaz de mantener el mono de trabajo como si fuese nuevo, perfectamente limpio y con un azul resplandeciente.


Unos ojos grises muy vivos y el pelo pelirrojo alborotado, apagado por los años de estancia en el mismo centro de la ciudad. Se cuidaba su caballera con una obsesión maniaca. Por eso, cada vez que se incorporaba a su puesto se cubría la cabeza con un gran pañuelo blanco para evitar que se le ensuciase. Algún mechón lograba escapar y se asomaba por su frente. Su piel, antes morena gracias al mar y el salitre, se estaba apagando poco a poco en la oscuridad de Public Felt Paper Co.


Todos sus compañeros le recordaban por una sonrisa perenne y contagiosa, desde que entraba en la fábrica hasta que se iba. Bromeaba y hablaba con cualquier persona que quisiera escucharle con el mayor desparpajo posible de un joven que acaba de descubrir las luces, y los vicios, de la ciudad.


Pam Barnes trabajaba en el turno de mañana en la cadena de embalaje. Su uniforme verde indicaba su puesto en la compañía. Llevaba muy pocos años en Public Felt Paper Co. Un conocido de un familiar de un vecino le consiguió una entrevista con los responsables de recursos humanos de la compañía. Public Felt Paper Co. necesitaba nueva carnaza en sus cadenas. Ella se presentó sin demasiadas esperanzas. No creía que fuese a ser seleccionada. Demasiada formación y mucha experiencia en los más variados ámbitos laborales eran mal vistas por los responsables de selección de las grandes empresas. Desde muy joven, Pam fue capaz de compaginar estudios y trabajo. Con esfuerzo, un buen título universitario y un currículum abultado deberían abrirle las puertas de las mejores compañías de la ciudad. Nunca fue así.

Una lluviosa mañana cruzó el umbral de Public Felt Paper Co. Era un día gris, Pam se acomoda al paso silencioso y cansino de la masa humana que entraba a trabajar en el cambio de turno. Pam solo recuerda de aquel fatídico día el fondo gris.


Pam era una mujer joven, alta y muy delgada. Su cuerpo era bonito, con unas formas marcadas pero sin estridencias. Se movía con soltura y elegancia. Se recogía el pelo en una larga melena para poder trabajar cómodamente. Tenía unas manos muy largas, de dedos interminables y finos. En su frente se habían quedado marcada para siempre una preocupación profunda y oculta. En sus ojos marrones existía un pequeño poso de amargura indescifrable enmarcada por unas ojeras perennes. Era una mujer frágil e irresistible, llena de encanto.


De vez en cuando, rodeada de compañeras, en la cantina, en los vestuarios o en su puesto, Pam dejaba escapar una sonrisa tímida ante algún comentario de sus colegas. Entonces, su rostro blanco irradiaba una misteriosa luz, su boca roja se ensanchaba de forma prodigiosa dejando ver la dentadura blanca y sus ojos se convertían en dos magníficas llamas negras resplandecientes llenas de vida.

Lenny apuraba el último trago de su cerveza en la cantina de la fábrica. Estaba prohibido beber en horas de trabajo, asunto que no inquietaba lo más mínimo al joven. Algo llamó su atención al fondo de la sala. Allí estaba Pam con un grupo de compañeras hablando y riendo de forma animada. Desde ese día, Lenny nunca más pudo apartar la vista de Pam.


Luis Pérez Armiño



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