domingo, 27 de octubre de 2013

Jane Wright vs. Mary Hem. Razón, pasión y sentimiento (I)



Cualquier encuentro casual entre Mary y Jane suponía un brutal choque frontal entre dos trenes de mercancías circulando por la misma vía a velocidad máxima. Dos personas contrapuestas hasta en el aspecto físico. Frente a la corpulencia heroica de Mary, alta y grande, se resolvía la delgadez inquietante y simiesca de Jane. A simple vista, un enfrentamiento entre las dos mujeres parecería desequilibrado. Pero Jane lleva muchos años trabajando en la sombra y socavando los cimientos de torres más altas que han terminado por derrumbarse a sus pies. Perfectamente puede hacer sucumbir a la resabiada Mary.

En los pasillos, en las cafeterías, en los despachos y en los espacios abiertos, cualquier lugar era el adecuado para que los dos ejércitos desplegasen sus herrumbrosas armas al sol y cargasen con ira ciega y fanática contra el enemigo. En torno al campo de batalla se apostaban demasiados fisgones que gritaban sus apuestas por una u otra contendiente. Algunos eran simples mirones que se excitan con facilidad ante la vista de las entrañas ajenas todavía humeantes expuestas a la luz del día. Demasiados intereses mezclados y mal avenidos que incidían en la violencia salvaje de cada uno de esos encuentros agotadores y sudorosos.

La antigüedad nos reveló diferentes formas de entender y disfrutar la violencia. El paso de los siglos ha ido perfeccionando y mecanizando esos rituales de sangre y muerte. El público saliva y pone los ojos en blanco ante el dolor y el sufrimiento ajeno, cuanto más viscoso y sanguinolento mejor. Y entre la masa enloquecida y anónima, una figura sobre su trono, tocada con su corona de espinas y su raída y desgastada toga púrpura decide sobre la vida y muerte de los luchadores mediante un tímido y cansino gesto de su mano mientras adorna su mediocre rostro con una cínica sonrisa que deja asomar sus perfilados colmillos amarillos. Es James, acomplejado y mezquino. Con su pulgar señala los infiernos y ordena que la sangre riegue la tierra.

Es hora de poner las cartas sobre la mesa. No es difícil averiguar qué piensa la una de la otra.

Sobre lo que consideraba Mary acerca de Jane: Jane es una profesional incompetente que trata de disimular su ineptitud mediante las más variadas mezquindades. Es un sujeto ruin y peligroso, capaz de cualquier treta y artimaña con tal de controlar los resortes que le aseguren su posición dentro de la delegación regional de la compañía. Sin embargo, Mary es inteligente. Con el tiempo ha aprendido a leer entre líneas la laberíntica mente de Jane. La señorita Wight no está interesada lo más mínimo por cuestiones profesionales. Sólo le interesa mantenerse a la vera del Sr. Redneck. Le profesa auténtica admiración y pasión enfermiza. Sería capaz de eliminar a cualquier otra mujer que se acerque a su James. Jane y James mantienen ese tipo de relación extraña y dañina de la que no puede surgir nada bueno ni fructífero. Jane ha hipotecado su vida personal por las migajas que le arroja a sus pies el Sr. Redneck.

Algunas ideas y otros infundios de Jane sobre Mary: la Sra. Hem posee un currículum envidiable. Fue una de las primeras en su promoción en la facultad de ciencias financieras. En la universidad destacó como una de las compañeras más comprometidas con la vida académica. Al finalizar sus estudios, ingresó en el departamento de Contabilidad B dirigiendo su propia tesis de investigación. Su dedicación y entrega al mundo de la lúgubre ciencia no fue óbice para que pudiese mantener una activa vida social. En la facultad estudió junto a su hoy marido. Eran la comidilla del colegio mayor por sus tórridos encuentros sexuales. Era una pareja, dejando a un lado cuestiones de fluidos y carnes rebosantes, cómica: ella, enorme y portentosa, gigante y decidida; él, delgado, escuálido, un saco de huesos enfermizo y apocado; la pareja perfecta, ella adoraba la dominación y él era un ser sumiso que necesitaba la guía del látigo y la correa.

Las miradas cortaban el aire.


Luis Pérez Armiño


sábado, 19 de octubre de 2013

Ingeniería contable. Mary Hem



James disfrutaba del ardiente sol en su rostro gris. El azul se extendía por el cielo y cegaba su vista. James dormitaba arropado por el suave murmullo de las olas del mar chocando silenciosamente contra la orilla. A lo lejos, en el horizonte, un murmullo fue creciendo, fue agudizándose, haciéndose cada vez más y más molesto hasta ocupar todos los pensamientos de James.

James abrió los ojos y descubrió la tristeza de su desordenado despacho, la luz amarillenta impregnando la suciedad del techo y revelando los desperfectos y desconchones sutiles de la pared. James se había despertado por el lejano fragor de la batalla. Más allá de la puerta de su oficina, esa sutil frontera entre su mundo y el de los demás (este último término cargo de todo su tono despectivo posible), dos fuerzas se enfrentaban en brutal choque. Hasta sus oídos, a pesar de la lejanía de la contienda, alcanzaban las feroces arremetidas de dos ejércitos formidables. Choque ensordecedor de metales, pieles rasgadas por la metralla indiscriminada y el doloroso quejido de sangre derramada ante los impactos crueles y salvajes del enemigo.

En justa lid, en un pequeño habitáculo del espacio de trabajo técnico habilitado en el edificio perteneciente a la Public Felt Paper Co., tenía lugar una batalla de tintes épicos. En una de las esquinas del ring, con traje de señora de negro cansino y hastiado, y con un peso total de apenas cuarenta kilogramos apergaminados y oxidados, la secretaria del Sr. Redneck, la ¡¡¡¡¡señorita Jane Wright!!!!! En frente, con traje de pantalón a rayas, servil imitación de un potencial ejecutivo o diplomático de corte inglés según se desee, con un total de vamos a omitir por consideración los kilogramos en canal pero los suficientes, y un desgarbado metro ochenta de distribución confusa… ¡¡¡¡¡la Sra. Hem!!!!! (de nombre Mary, casada con el Sr. Hem, su pareja de toda la vida, hombre escuálido y apocado que hace tiempo rindió sus fuerzas incondicionalmente ante la incontinencia verbal y sexual de su amantísima esposa. Se dice que no sale de su casa ni osa despojarse de su albornoz beige, y que ha decidido convertirse en mero espectador sin voz ni voto de su propia vida).

Mary Hem es la responsable del departamento de contabilidad de Public Felt Paper Co. en su delegación regional en Pooltron City. Se rumorea que llegó a provincias directamente desde las oficinas centrales de la compañía. Incluso, algunos insisten en que su futuro era más que prometedor dentro de la empresa. Puede que tuviese reservado algún puesto de responsabilidad más allá de la simple elaboración de debes y haberes o la invención de trucos y demás estrategias de evasión fiscal limitando siempre una legalidad difusa y opaca. Se cuenta en las máquinas de café y en demás corrillos de la empresa que Mary Hem decidió abandonar su carrera fulminante por el amor incontrolado hacia su marido, aquel ser escuálido que languidecía en aquella ciudad de provincias suspirando por el amor de su desmesurada esposa. De proporciones inabordables, Mary era una mujer enorme, grande y alta, dotada en exceso de formas rotundas, de un rostro feroz y vigoroso enmarcado por una melena negra y enmarañada. Toda ella era energía. Algo que proporcionaba una sintonía exorbitante con su carácter fuerte y peleón, con su gusto por dominar y ejercer el mando (algo que puede asegurar su consumido marido).

Hacía un par de años (un par de ejercicios fiscales en su terminología) que Mary Hem se había hecho cargo del departamento contable de Public Felt Paper Co. en Pooltron City. Fue entonces cuando cometió su mayor pecado, especialmente a ojos de Jane Wright: pretendió trabajar; trató de acaparar a James para atosigarle con sus proyectos y sus ideas; pretendió poner patas arriba toda la delegación regional sin percatarse del especial microcosmos en el que acababa de aterrizar, donde existían unas leyes dictadas por la costumbre y el tiempo que eran acatadas sin rechistar por todos y cada uno de los trabajadores de la oficina.

Jane se sintió amenazada desde el día uno de Mary en la oficina. Comentaba entre susurros que en alguna ocasión había descubierto a la Sra. Hem mirar descaradamente a James. Aseguraba, sin poseer ningún dato, que la Sra. Hem había caído rendida ante los encantos del Sr. Redneck. Incluso, se atrevía a lamentar el infortunio del Sr. Hem, desconocedor de las infidelidades de su portentosa esposa, ciega ante la erótica del poder desplegada por James.

Jane Wright odiaba a Mary Hem. Un sentimiento recíproco.

Luis Pérez Armiño


sábado, 12 de octubre de 2013

James dormita



James es hombre acomodado. Su biorritmo no puede sacudirse como un muñeco de trapo sin sufrir las consecuencias. Por eso, desde hace años, sus ciclos vitales se ordenan con puntualidad británica y se rigen por un escrupuloso sistema de preferencias que sitúa en la cima de su pirámide de valores al propio Sr. Redneck. Invariablemente, James se va de vacaciones todos los días uno de julio de cada año: llueva, haga sol, nieve o su mundo se vea sacudido por un terremoto. Da igual, sólo concibe el primer día de julio como la fecha señalada para el comienzo de las vacaciones.

Fuera de su despacho la humedad todavía se resiste a abandonar la ciudad. El olor de después de la lluvia, esa especie de aroma fresco de hierba cortada, se bate en desordenada retirada ante el imparable hedor característico de Pooltron City. James deja su libro y se recuesta satisfecho sobre el respaldo de su sillón. Está contento y saciado. El recuerdo de la voluptuosa secretaria de Frank Meadows se perdió en el escuálido culo de su propia ayudante, la señorita Jane Wright; y el mono de oximetazolina ha dejado paso a un letargo somnífero propio de sus cuelgues más profundos. James está irremediablemente drogado. Sus ojos se cierran, sus párpados caen como losas y las imágenes psicodélicas de apariencia irreal inundan su viscoso cerebro.

James, hombre de costumbres.

El techo amarillento de su despacho se transforma en un azul resplandeciente. La confortable silla de oficina adquiere la dura consistencia de una playa interminable de relucientes cantos rodados. El cuerpo de James se acomoda a las irregularidades del terreno.

La gruesa capa de grasa que le protege en las largas temporadas de invierno permite que la piel de James se amolde a la perfección a los cantos de la playa. Su rostro satisfecho se retuerce en una mueca de molestia, sus ojos se cierran con fuerza impidiendo la llegada de los rayos del sol. James es como una gorda y formidable morsa que se tuesta al sol, vuelta y vuelta. Cuando el sol empieza a picar sobre la cerúlea y moteada piel de la espalda, James se da la vuelta y ofrece al sol su prominente barriga. Así transcurren las horas, desde la mañana a la noche, todos los días, uno detrás de otro…

No come, no bebe… sólo dormita sumido en un asfixiante letargo vacacional.

En su mente no se sucede ningún tipo de pensamiento. El metabolismo de James adquiere una consistencia vegetativa que mantiene unas mínimas constantes vitales que aseguren su supervivencia (la naturaleza es sumamente cruel, permite la existencia de todo tipo de seres inmundos y bajos, por poca que sea su aportación al orden cósmico). El flujo sanguíneo se espesa y el ritmo cardiaco se reduce. La respiración es testimonio de un suspiro silencioso y callado. La piel pierde todo atisbo de vida y su habitual tono blanquecino adquiere un matiz brillante y repulsivo. Es el sudor que emana de sus poros para tratar de mantener aquella mole informe de sebo frente al calor del verano.

James también necesita vacaciones. Dejadle descansar al menos una semana.

Luis Pérez Armiño

 

jueves, 10 de octubre de 2013

No exijas respeto, ¡gánatelo!


El grupo femenino de protesta Femen ha irrumpido hoy en el Congreso al grito de “¡el aborto es sagrado!”, para reivindicar la libertad de decisión de la mujer sobre su cuerpo. Siendo yo hombre se podría pensar que poco, o nada, me habría de importar este asunto; nada más lejos de la realidad. Una mujer, aunque muchas sociedades, en las que incluyo las occidentales, lo hayan olvidado, es un ser humano y como ser humano tiene una serie de derechos. Lo mismo que está pasando con los trabajadores, pensionistas, estudiantes, inmigrantes, enfermos, etc., los derechos de la mujer se están recortando a niveles más propio de un régimen feudal que de una sociedad “avanzada” del siglo XXI. Si permitimos que este Gobierno siga actuando, no nos extrañe que el papel de la mujer en la sociedad quede relegado al de mera “matrona”*, lo mismo que el trabajador se convertirá en un simple número productivo al servicio del capitalismo. En este sentido la mujer, como casi siempre, es la mayor perjudicada, porque recibe las injusticias propias de su género, a las que se añaden las propias por ser trabajadora, estudiante, pensionista, inmigrante, paciente, etc. Cualquier lucha por la libertad, aunque no le afecte a uno directamente, es una lucha comunal en la que todos deberíamos de participar, persiguiendo un único objetivo; recuperar los derechos que todo ser humano debería de tener.

Resulta paradójico que con la nueva Ley todo estudiante tenga derecho, “obligación”, a tener una educación religiosa y se limite el acceso a asignaturas como la filosofía; que, nos guste o no, es la base de todas las ciencias. Supongo que la filosofía da una visión del hombre más allá de la fe y la creencia y sometimiento a un dios controlado por los mecanismos de poder. Dicho de otra manera, no hay mayor peligro para este Gobierno, que tenemos en España, que un pueblo con cultura, capacidad de reflexión y actuación. Un pueblo ignorante es mucho más fácil de controlar y someter.

Volviendo al tema de la irrupción en el Congreso de las activistas de Femen, hay otro asunto que me resulta particularmente “chocante”. Lo más repetido sobre este incidente es que no se puede bajo ningún concepto interrumpir un pleno del Congreso. Y yo me pregunto... ¿por qué? Se pueden interrumpir los derechos de pensionistas, trabajadores, enfermos, mujeres, etc. Se puede condenar a una nación al hambre y la miseria, a la ignorancia y al destierro; pero no se puede interrumpir al grupo de señores/as que están ahí sentados precisamente para evitar que todo esto que he citado anteriormente suceda. ¡El respeto hay que ganarselo!, señores mios. Es como si te fueran a clavar un puñal en el corazón, exigiéndote, además, que no te movieras por si pudieran fallar. Lo cierto es que sí son importantes los asuntos que se dirimen en el Congreso, ya que sus decisiones nos afectan a todos. Pero se han negado categóricamente a escuchar al pueblo, a aquellos que les han votado para que defiendan sus intereses, haciendo precisamente todo lo contrario, e intentan sacralizar su oficio para poder llevar a cabo su política del terror con toda impunidad. Al defender, como han hecho, al poder económico en detrimento del pueblo, al cual deberían representar fielmente, han perdido toda legitimidad. No se merecen ese respeto que exigen después de haber negado el pan, la medicina, la educación, la igualdad y otras tantas cosas más, al ciudadano de a pie, y les priva de todo derecho a reclamar nada. Por todo esto, los políticos españoles no deberían de ser interrumpidos, porque simplemente no deberían estar ocupando los sillones del Congreso.

Matrona: *3. f. Madre de familia, noble y virtuosa.