sábado, 30 de marzo de 2013

Secretos, rumores y demás dislates. A propósito de Willendorf



Otro momento aciago. Dedicado a otra de mis camisetas de la que me he visto obligado a desprenderme en esta mi nueva reestructuración vital. Dónde quieras que estés…

Hace relativamente poco tiempo, con motivo de los fastos que celebraban el descubrimiento en 1908 de la famosa estatuilla conocida popularmente como Venus de Willendorf, un responsable del Museo de Historia Natural de Viena ponía en entredicho el valor científico de la figura en cuestión. Lo que puede traducirse a un lenguaje particular de manera más simple y evidente: el descubrimiento de la pequeña Venus supuso uno de esos hallazgos que forman parte del imaginario colectivo en torno al escurridizo mundo de la arqueología (y más de la Prehistoria) por la espectacularidad del descubrimiento, pero que, debido a la ausencia de más datos que complementen la información que de por sí ofrece la figura, poco más se puede decir de la misma con una mínima certeza. Una consideración comedida y acertada en un mundo, el pseudo – científico y académico del estudio de las antigüedades, donde suelen primar las certezas absolutas, las verdades apriorísticas y los dogmas de fe estigmatizantes.

La figura como tal es una nimiedad que apenas sobrepasa los diez centímetros de altura. Sin embargo, la cuestión del tamaño por un momento será indiferente ya que este es el típico ejemplo de preferencia por la calidad y no por la cantidad. En esos escasos y vergonzantes centímetros, nuestra pequeña estatuilla revela toda su gloria en sus orondas y portentosas formas. Por otra parte, toda la grandiosidad femenina, sus carnes trémulas y poderosas, se concentra allí donde es mejor hacer una decorosa omisión. Qué mente tan calenturienta la de aquel nuestro primo primitivo que se deleita con insana obsesión en las partes pudendas de la anatomía femenina. Y las exagera de una forma presuntuosa para regodearse aún más en sus pensamientos impuros. Cuánta lascivia esconde los tonos rojizos de la piedra impregnada en el ocre terrenal…

Poca más historia se puede afirmar de nuestra querida protagonista. Durante milenios, ya que se estima que su factura puede rastrearse cronológicamente en torno a hace unos veinte o veintidós mil años, durmió el sueño de los justos en las frías profundidades de las inclementes tierras austriacas. En 1908 volvió a desperezarse cuando vio la luz de la mano de Josef Szombathy y a partir de entonces, la ciencia se convirtió en leyenda y el mito exigió su tributo de verdad.

Son muchas las hipótesis que justifican la regordeta Venus de Willendorf. Algunas de ellas interesadas y muchas de ellas disparatadas. Pero sobre todo abundan las intransigentes y maleducadas que pretenden alzarse con la corona de la verdad a costa de denostar a las demás. Se habló de un ideal de belleza. Si el apetito lascivo del genio creador primitivo se sació con la figurilla que ahora nos trae entre manos, no es menos pecaminoso el ambiente decimonónico de sesudos pensadores obsesionados por todo aquello que sonase a sexo primitivo y salvaje. Cuántas mentes retorcidas y lujuriosas imbuidas de esa falsa doble moral que tanto imperó en la Europa de principios del XX vieron satisfechos sus deseos más ocultos con aquella rotunda figura, mórbida y plena de carnes. Para otros, la mayestática figura femenina tallada en la caliza representaría alguna deidad, una especie de diosa – madre primitiva asociada con la fertilidad y la fecundidad. Demasiado evidente, demasiado palpable en sus formas exageradas, en esos dos grandes pechos que caen sobre su prominente barriga y sobre los que apoya sus minúsculos brazos. El rostro desnudo, invisible al ojo humano, oculta lo que no debe ser contemplado. O puede que simplemente representase un amuleto. El ser humano necesita tanto creer en los buenos designios y forzar las voluntades… Y sus formas rellenas y satisfechas quizás representasen la abundancia y la riqueza de una sociedad en la que el máximo objeto de cambio sea el alimento.

La Venus de Willendorf no ofrece datos de especial relevancia científica. En todo caso, muchas dudas, hipótesis, conjeturas… todas igual de válidas y todas igual de perniciosas. Mientras tanto, su rostro invisible quizás oculte la sonrisa picarona y satisfecha de la que observa complacida como las mentes más preclaras devanan sus cabecitas tratando de hallar verdades que nunca han existido ni existirán.

A mi camiseta, en Valencia a veintiocho de marzo de dos mil trece.

Luis Pérez Armiño



viernes, 29 de marzo de 2013

Semana Santa en León

Allá por finales del siglo XVI y principios del XVII, España estaba sumida en una profunda crisis. El coste que se pagaba por mantener la hegemonía había llevado al Estado a sucesivas bancarrotas. Se viven momentos difíciles en un ambiente enrarecido y complicado con sucesivas hambrunas y brotes de peste. La situación es especialmente intricada en Castilla y León que, por ser la región preeminente de aquella España, recibe con una mayor intensidad el azote de la miseria y la desdicha.
En este marco de pesimismo surge la Semana Santa en León donde, al igual que en Castilla, la crítica situación incide de forma terminante en la sobriedad y austeridad con la que se celebran las procesiones. Posiblemente esta sea la razón por la cual las celebraciones del sur de España, donde no se sufrió con tanta severidad la crisis, sean mucho más alegres y menos concesionales que las del norte.
Emotiva y espiritual, la Semana Santa en León se rinde al toque de tambor que marca el solemne camino de los penitentes, también llamados "papones" en León. El auditorio observa atónito el vaivén de los pasos mecidos por los costaleros, un cadencioso movimiento que consigue estremecer a oriundos y foráneos. Así es la Semana Santa en León, profunda y ligada a una tradición sempiterna, heredada de padres a hijos, y que se vive de forma muy íntima.
Diez días de fervor y pasión inundan las calles de la vieja capital medieval. Desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección, León se rinde al estridente sonido de tambores y cornetas. Dieciséis cofradías recorrerán las apiñadas calles portando unos sesenta pasos, algunos de ellos de valor incalculable, consumados por maestros de la talla de Juan de Juni, Gregorio Fernández, Juan de Angers, Luis Salvador Carmona o Juan de Archeta. Eso sí, siempre y cuando la lluvia lo permita, de no ser así, queda el buen recurso de tomarse unas limonadas acompañadas de esas tapas leonesas que tanto nombre tienen.

martes, 26 de marzo de 2013

Efemérides de actualidad, ser sureño en Europa; convergencias y discrepancias entre los estados norte-sur de América y Europa.



Habría que recordar aquellos estados que se levantaron contra la tiranía del rey Jorge de Inglaterra, formando una joven y prometedora nación. Pero el futuro se vio rápidamente comprometido por las distintas realidades de estos estados. Por un lado estaban las tierras del norte que habían iniciado un proceso de industrialización que le llevaría años después a convertirse en una potencia mundial. Por el otro lado estaban las tierras del sur que habían basado su economía en la agricultura; sobre todo en la producción de algodón y tabaco. La mayoría de los plantadores, contra lo que habitualmente se cree, eran dueños de pequeñas plantaciones, con no más de dos o tres esclavos; menos del 10% eran grandes terratenientes.

Si analizamos el problema la primera causa del conflicto que nos encontramos es la esclavitud, pero en realidad el problema es mucho más complejo. Había una serie de causas sociales, políticas y sobre todo económicas. Había una clase dirigente en el sur, arcaica y más próxima a la edad media que al siglo XIX, que anclaba sus ideales en el honor y la tradición y por supuesto en la defensa de sus intereses. Estos pasaban porque el número de estados esclavistas fuesen igual en número a los abolicionistas, con el fin de no perder poder en el Senado y equiparar las fuerzas para la defensa de sus intereses. Estos intereses consistían en mantener la esclavitud para poder ser competitivos en el mercado del algodón. Resulta cuanto menos curioso que la Confederación enarbolara la libertad como su causa.

Analicemos ahora la situación en Norte. La Unión mantenía una postura ambigua que yo consideraría incluso cínica. Por un lado se promulgaba el abolicionismo, pero es cierto que al igual que en el sur había estados no esclavistas, en el norte existía algún estado que permitía la esclavitud. Otra cuestión que habría que anotar era la creciente preocupación de la población del norte por la abolición de la esclavitud. Una preocupación que se fundamentaba en el temor de que los esclavos liberados emigraran al norte en busca de trabajo y suplantaran a la población blanca aceptando los mismos trabajos por un salario menor. Por otro lado, hay que tener en cuenta que el Norte era racista y si bien se podía pensar en dar la libertad a la población negra, en ningún momento se planteó la posibilidad de concederles los mismos derechos que a los blancos. Para que nos entendamos, libres sí, pero ciudadanos de tercera, por debajo incluso de los que los norteños consideraban “salvajes aborígenes”.

Todo esto nos lleva a contemplar, bajo mi punto de vista, la causa principal del conflicto; los intereses económicos. Como ya he citado, el Norte tenía una incipiente y prometedora actividad industrial, pero todavía no era lo suficientemente fuerte para competir con las industrias europeas y sobre todo con la inglesa y francesa; curiosamente los mayores socios comerciales del Sur. Para proteger la industria, el Norte necesitaba de leyes proteccionistas que gravaran las mercancías manufacturadas llegadas desde Europa. Algo a lo que se oponía radicalmente el Sur, que necesitaba de la libertad aduanera para seguir siendo competitivos en el mercado del algodón. Este conflicto fue el que erosionó definitivamente las relaciones norte-sur, y empujo a los estados meridionales a la secesión. El Norte no estaba dispuesto a permitir la disolución de la unión y más cuando los principales mercados de sus productos se hallaban en el Sur, pero temían la intervención en el conflicto de los sus socios comerciales; Reino Unido y Francia principalmente. Fue entonces cuando hábilmente se esgrimió la consigna de la abolición de la esclavitud pensando que las potencias europeas nunca se aliarían en favor de un estado con tales prácticas; y la estrategia funcionó.

El desenlace del conflicto era más que evidente. El Sur solo tenía posibilidades de ganar el conflicto mediante una guerra corta; y estuvo a punto de hacerlo en la primera gran batalla, Bull Run, pero la incertidumbre y la confusión tras la victoria privaron a las tropas confederadas de la decisión suficiente para marchar hacia Washington, a tan solo unos kilómetros. Este error se pagaría caro. La situación de la Confederación era ciertamente dramática. No tenían industria que les proporcionase armas y materiales necesarios para mantener la contienda ni oportunidad de conseguir estos materiales en otros mercados; la flota del Norte había impuesto un severo bloqueo en las costas de su rival. Aun así la Confederación mantuvo en jaque a la Unión, en parte debido a la genialidad militar de los generales confederados ayudados por los errores de sus homónimos del Norte. Pero al final se impuso la lógica, y a partir de Gettysburg, en julio de 1863, más de dos años después del inicio de las hostilidades, el Norte tomaba la iniciativa. El orgullo, la tenacidad y la brillantez de su líder, el general Robert E. Lee, provocaron que la guerra durara dos años más.

Llevemos este caso, con diferencias y similitudes, a la actual Unión Europea. Encontramos una estructura, a mi forma de interpretar las cosas, muy similar a lo que pasaba en los EE. UU. a mediados del siglo XIX. Un zona norte muy desarrollada industrialmente que necesita del sur para vender sus productos. Un sur agrícola y rural, en el caso de Europa sería más bien una economía orientada al sector servicios, pero la agricultura puede valer. Aquí habría que englobar las economías de los países del este que en los últimos años se han ido adhiriendo a la Unión Europea, con realidades económicas y sociales disyuntivamente opuestas al caso del sur de Europa, pero con un poder económico mucho más cercano a los países mediterráneos que a los del norte. Está también Irlanda, que por su mala gestión económica y política se encuentra en un contexto afín al sur.

Otra causa destacable reside en un cierto aire de superioridad, que siempre ha existido, entre la población nórdica y la latina. Desde el norte-centro de Europa, ya de por sí con graves problemas de inmigración, se teme una oleada de la hambrienta masa del sur hacía su territorio en busca de trabajo. Circunstancia que no hace nada de gracia entre la población de estos países y que fomenta el racismo y la xenofobia. Desde el norte se entiende que el sur es, o era, un buen mercado para vender sus productos, pero cuando llegan las dificultades, cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Quizás los estados del norte de Europa sean más proclives a una unión más fuerte, como un Estado Federal, dónde puedan controlar las finanzas y economías, y en definitiva los propios gobiernos, de todos los miembros. En el sur pasa al revés; lo primero de todo es que no deberían haberse embarcado en este proyecto, pero una vez dentro, la necesidad de estos países apunta a una confederación de estados, un estado más débil que garantice la autonomía de estos países, para que no vuelva a ocurrir lo que ha pasado en los estados rescatados por el avaro FMI; que el pueblo pague los desmanes e irresponsabilidades de terceros, porque así se exige desde Bruselas o Berlín.

La diferencia más notable radica en el hecho que los dirigentes del sur de Europa, políticos y grandes empresarios, principalmente banqueros, han contraído grandes deudas con el norte y han decidido que sea la población servil quien pague esta deuda en vez de imponerse a Europa. Para que nos entendamos; las deudas públicas y privadas, estas últimas solamente de grandes empresas donde existen intereses económicos con las empresas del norte de Europa, han de ser sufragadas por la población. La mala gestión de políticos y empresarios, especialmente banqueros, han de pagarla aquellos inocentes que están sufriendo por otro lado el despotismo de los primeros. Conectándolo con la Guerra de Secesión americana, la diferencia reside en que la clase dirigente del sur estadounidense fue la que promovió la secesión; en el caso de Europa esta clase dirigente acata y apoya las decisiones de los estados del norte, en cierta manera porque ellos siguen manteniendo su estatus y quien va a pagar la gravísima deuda que han contraído son los ciudadanos. En este caso quien debería enarbolar la bandera secesionista con la masa productiva y servil, el pueblo; salvando las comparaciones horribles, vendría a equipararse con la población esclava de los EE. UU. Pero esa comparación deja de ser tan horrible si contextualizamos la realidad de mediados del siglo XIX, con el capitalismo exacerbado y el neoliberalismo actual.

Los tiempos cambian y el poder evoluciona sus mecanismos de manipulación y explotación de la población. En realidad, desde el norte de Europa se ha dejado bien claro el asunto. Posiblemente la canciller Merkel tenga todos los defectos del mundo, pero tiene una virtud que debemos de elogiar; su franqueza. No le ha temblado el pulso para decir que los españoles, un claro ejemplo de estado sureño, tiene que trabajar más, por menos sueldo y jubilarse más tarde, sin llegar a considerar, porque la importa muy poco, que cobramos tres veces menos que los alemanes y trabajamos más horas. Tampoco debemos asustarnos demasiado, porque a los chipriotas les va a quitar directamente el dinero de sus cuentas y ahorros, para pagar las malas gestiones de la clase dirigente ¿No es esto una especie de esclavitud?, ¿de sometimiento forzoso de la voluntad del individuo? No está Alemania promulgando un sistema protoesclavista, bajo bandera neoliberal, para la población del sur. En este caso el norte fomenta la esclavitud en alianza con las clases dirigentes del sur de Europa. Resulta indignante llevar esta comparación a los extremos, porque el resultado, adaptado a la situación actual, es que la población del sur de Europa “trabaja como negros”, para que el cacique, “dícese de banqueros, grandes empresarios, etc.”, pueda seguir manteniendo su postinera vida. Para que puedan pagar sus deudas al burgués del norte sin notar perjuicio en su bolsillo. Si el trabajador del sur de Europa no se porta bien o sale protestón recibirá los latigazos legislativos del capataz del cacique: es decir, el político. Los esclavos liberados, en este caso forzosamente, otra triste alegoría, serían aquellos que están en el paro y lo mismo que pasó en la Guerra de Secesión, a esta gente le era difícil encontrar sustento, por lo que llegó en ocasiones a soñar con volver a ser esclavo; ahí dejo esto, considérelo el lector como crea oportuna; pero el norte de Europa ha propiciado, seguramente sin quererlo, porque solo ansiaban recuperar su dinero, un sistema de esclavismo moderno que repercute en la población de aquellos países afectados.

Estas apreciaciones que he realizado deben de tomarse como una referencia y no confundir la realidad; estamos en Europa y que la Guerra de Secesión americana fue hace 150 años; es decir pongo unas pautas de similitud que no debería llevar a pensar que las circunstancias en ambos casos sean exactamente iguales; hay muchas causas anejas pero no exactamente iguales. Como ejemplo diferenciador podemos tener en cuenta que en América no tienen, ni tendrán, nada parecido a lo que aquí se llama Alemania. Viendo a Merkel hablar con tanta ligereza de asuntos que no son de su competencia; en realidad solo serían de competencia de los estados soberanos, pero visto como están las cosas cuanto menos quienes tienen que pronunciarse son esos señores que todos pagamos y nadie conocemos y que sientan sus posaderas en postineros sillones en Bruselas. Analizando esta actitud de Merkel, uno solo puede pensar que lo que los alemanes no consiguieron por medio de las armas, lo han conseguido de forma magistral por medio de la política y la diplomacia. Lo que me lleva a hacerme otra pregunta; está claro que el resto de países, incluida Francia, están adormecidos, pero hay un caso en especial que me tiene “mosca”, ¿hasta cuándo va a seguir en su letargo el Reino Unido?

Epílogo:

Una Europa unida sería un sueño mágico. Un mundo sin fronteras que permita los intercambios culturales, la interacción de distintos individuos en un marco de tolerancia y armonía. Pero esta no es la Europa unida que yo quiero, en un contexto económico de mercado y dinero, y más dinero ¿Habrá llegado el momento de que el esclavo se levante contra el cacique y lleve a cabo el proceso secesionista? Sinceramente espero que sí. Porque yo soy un sureño de Europa, que al contrario de lo que pasaba hace 150 años en Estados Unidos, no lucho por la esclavitud sino en contra, porque: ¡Yo soy esclavo!

domingo, 24 de marzo de 2013

Cambio de rumbo. Europa a la deriva



La historia es escrita por los vencedores, verdad innegable e irrefutable. Ahí están los millones y millones de perdedores que yacen en tumbas comunes a la espera de la exhumación de sus huesos para poder formar parte aunque sea como figurante secundario del entramado teatral, más cómico que trágico, que supone el desarrollo histórico de la humanidad sobre este nuestro planeta; eso sí, siempre previo pulcro proceso para mancillar científicamente los huesos rescatados de la damnatio memoriae. Y dentro de este transcurso, la interpretación clásica y fielmente aceptada a nivel universal, tanto en los medios académicos como en los más populares y mundanos, puede sufrir un proceso de reinterpretación que tendrá como consecuencia última la reversión de los postulados hasta el momento aceptados con valor de ley. Básicamente, un simple cambio de paradigma que sustituya una determinada creencia por otra nueva.

La querida Europa, que tanto nos deslumbro, hoy nos sumerge en las sombras que han surgido de la verdad de sus intenciones maléficas. El antiguo continente, tanto tiempo atrás añorado y envidiado, hoy es menospreciado y considerado indigno a ojos de los bárbaros. Y todo lo que antes era alabanza y loa a los bienes y parabienes de lo europeo, hoy se convierte en crítica y ataque despiadado. La vieja Europa ha dejado ver su cara siniestra que sume a los pueblos en el caos y la penuria, que mata a sus hijos de hambre y frío y bajo la parafernalia de hipócritas democracias y libertades esconde las cadenas de la esclavitud más miserable y cruel.

La gloriosa expansión de la cultura europea más allá de sus tierras naturales y sus mares no esconde más que la avaricia y el ansia de poder de una historia amasada a fuerza de guerra y violencia. Ni siquiera los admirados griegos, con sus grandes logros y su mente preclara, se salvan de esta quema. Cuando decidieron surcar el mar nuestro no lo hacían más que por lo insoportable de su situación interna, de una sociedad agotada y crispada que necesitaba de nuevas víctimas propiciatorias para saciar una codicia que trataban de ocultar bajo miles de velos teñidos de supuestos razonamientos y pensamientos lógicos. La historia, tan caprichosa, se repite a lo largo de los siglos. Siempre y cuando fuese preciso, siempre que se considerase necesario, Europa, en nombre de la civilización, la cultura y la razón, decidió extender su bienaventuranza a cualquier rincón del planeta: América, África, Asia… nada escapaba al hambre voraz del moderno y civilizado europeo. A hierro de espada y a fuego de castigos divinos que bajo la forma de cruz sometían y esclavizaban a pueblos enteros. Parafraseando a Jared Diamond, “armas, gérmenes y acero…” como instrumentos didácticos y civilizadores.

Europa suele resolver sus cuestiones de manera tajante y locuaz. Cuando se consideró necesario la expansión en nuestro propio continente de los principios de libertad, fraternidad e igualdad se hizo a fuerza de los ejércitos imperiales que sometían sin miramientos cualquier tipo de oposición. Si eso ocurría en nuestro propio patio, qué hacer con los de fuera, con los extraños, con el otro. Ahí Europa sí que decidió quitarse la máscara y mostrar a la luz del sol la brutalidad de sus fauces más despiadadas. Y bajo esos parámetros que de forma hipócrita se escondieron bajo los supuestos derechos y libertades de una humanidad (entendida ésta en sentido restringido, a saber, blanca y, si puede ser, anglosajona y protestante) se extendió la aplastante y sencilla lógica de la ley de la oferta y la demanda. Hoy, en los albores del siglo XXI, los pueblos de Europa pretenden mirar hacia el este, buscando la luz del sol de un nuevo amanecer. Mientras, desde el ocaso llegan los falsos cánticos de un mundo que expira entre terribles sufrimientos, dispuestos sus valedores a llevarse consigo al más allá a todo aquel que se ponga en su camino.

¿Qué son para nosotros, corazón, las manchas de la sangre
y de las brasas, los mil asesinatos y los largos gritos
de rabia, sollozos del infierno derribando
cualquier orden; en tanto el ciclón brama sobre sus ruinas;

y toda la venganza? ¡No son nada!... Pero a pesar de ello,
¡la queremos! Industriales, príncipes y senados:
¡Pereced! Poder, justicia, historia: ¡abajo!
Esto se nos debe. ¡Sangre! ¡Llama de oro!

¡Mi espíritu he entregado a la guerra, a la venganza,
al terror! Volvamos a morder. ¡Ah! Pasad ya
repúblicas de este mundo! Emperadores,
regímenes, colonos, pueblos. ¡Ya basta!

¿Quién removerá los torbellinos del fuego furioso
sino nosotros y aquellos que imaginamos hermanos?
Venid, románticos amigos: esto va a gustarnos.
Jamás trabajaremos, ¡oh oleajes de fuego!

¡Desapareced, Europa, Asia, América!
Nuestra marcha justiciera lo ha ocupado todo.
¡Ciudades y campiñas! ¡Seremos aplastados!
¡Saltarán los volcanes! El océano aterrado.

¡Oh amigos míos! Mi corazón, seguro, sabe que son hermanos:
¡negros desconocidos, si fuéramos!¡Vayamos! ¡Vayamos!
¡Oh desgracia! ¡Siento estremecer la vieja tierra,
sobre mí y es vuestra más y más!¡La tierra funde,
pero no importa! ¡En ella estoy! y estoy para siempre

Arthur Rimbaud



Luis Pérez Armiño


miércoles, 20 de marzo de 2013

La batalla de las Termópilas

           La pugna entre espartanos y atenienses por alzarse con la hegemonía en Grecia era secular, feroz y con remotas posibilidades de solución; pero había un sentimiento que se aupaba sobre ese odio que existía entre ambas polis; un sentimiento de libertad y autonomía, solo conocido en aquella época por los griegos y que no estaban dispuestos a perder. Cuando Jerjes lanzó sus ejércitos contra Atenas, el ejército espartano acudió a la llamada de auxilio de sus enemigos; ante todo eran griegos.
           Durante la Primera Guerra Médica el estratega ateniense Milcíades había logrado demostrar que no siempre la superioridad numérica es un garante de victoria. En la llanura de Maratón en general ateniense logró frenar el avance de las tropas de Darío salvaguardando la libertad y autonomía griega. En aquella ocasión las tropas espartanas llegaron tarde; tomándose los atenienses este acto como una afrenta que solo consiguió distanciar más a ambas ciudades.
           Años más tarde, la subida al trono persa del hijo de Darío, Jerjes, va a suponer el reinicio de las hostilidades con el mundo griego. El Imperio Aqueménida de Persia controlaba los 2/3 de la tierra conocida y ansiaba hacerse con el resto y para ello se hacía necesario extender este control por la Europa occidental; cuya puerta era Grecia. Para acometer tal proyecto Jerjes reunió un poderoso ejército de unos 250.000 hombres; el mayor conocido hasta la época. Cruzó el Helesponto, actualmente conocido como el estrecho de los Dardanelos, y se dirigió a la Grecia continental con la intención de apoderarse de Atenas. Corría el verano del año 480 a.c. y se iba a dirimir el futuro de la civilización griega.
         Los griegos habían conseguido reunir un ejército de unos 7.000 hombres. Los espartanos no iban a quedarse al margen en esta ocasión y enviaron 300 hombres comandados por su veterano rey Leónidas. El pueblo espartano se podía considerar como diagonalmente opuesto al ateniense. El régimen político era la oligarquía, en contraposición de la Democracia griega, y su modo de vida estaba orientado al ejército. Desde muy pequeños se les instruía en el uso de las armas y no había más objetivo que alcanzar la gloria en los campos de batalla. A pesar de controlar toda la llanura de Mesenia, la ciudad de Esparta no debía de superar los 10.000 habitantes, pero la ferocidad con la que luchaban hacía que la presencia de su ejército, por pequeña que esta presencia fuese, transmitiese tranquilidad al resto soldados griegos.
           La situación se presentaba complicada para las polis griegas. Tenían que enfrentarse con un ejército claramente superior. Para contrarrestar esta clara superioridad numérica los griegos decidieron plantar batalla en el estrecho de las Termópilas, paso natural al Ática y a Atenas. Se eligió la zona más angosta del paso y se levantó un pequeño muro que no llegaría a medio metro de altura y se dispusieron a esperar la llegada de Jerjes. Cuando este llegó quedó sorprendido de la temeraria valentía griega y esperó unos días pensando, erróneamente, que al final las tropas griegas se retirarían. Pero los griegos habían venido a combatir y si era preciso morir por defender su bien más preciado, la libertad, así se haría.
         Jerjes se dispuso a lanzar una primera oleada compuesta por unos 10.000 soldados medos, que serían auxiliados durante el ataque por los arqueros. Los medos formaban un cuerpo de infantería ligera, provisto de escudos de mimbre y lanzas ligeras; en contraposición con los pesados equipos que manejaban los griegos, compuestos por escudos de madera de unos 90 cm de diámetro y recubiertos de bronce, corazas y casco del mismo metal y lanzas de 2,5 m., además de la espada corta. Para repeler el ataque Leónidas dispuso las tropas griegas en formación de falange, ocupando todo el ancho del paso. Se calcula que la formación tenía unos 64 hombres de anchura por 18 de profundidad. No son datos del todo precisos puesto que la orografía del paso de las Termópilas ha variado durante todos estos siglos. La falange unió los escudos, auxiliada por el muro que se había levantado, formando un muro infranqueable por el que solo había hueco para la salida de las lanzas. Esta disposición del ejército griego provocó que las tentativas de Jerjes fueran vanas. Incapaces de abrir brecha en el muro griego, las tropas medas se estrellaban una y otra vez contra la ordenada falange. Con el paso de las horas y ante la extenuación de las tropas griegas, los espartanos tomaron el protagonismo desplazándose a la primera línea.
         Como habíamos explicado anteriormente, Esparta era una ciudad pequeña y todos los guerreros se conocían entre sí; un factor favorable, pues a sabiendas del negro porvenir que se les avecinaba, los guerreros se iban influyendo ánimos los unos a los otros, fomentando un trabajo en equipo que les otorgaba fuerzas para afrontar la situación con una moral relativamente alta. Esto permitió que aflorara con brío la fiereza y experimentación del ejército espartano, terminando con toda tentativa meda de despejar el paso de las Termópilas. El ejército de Jerjes, que se perdía en el horizonte, no podía derrotar a un puñado de guerreros. En un acto de desesperación los medos intentaron neutralizar las lanzas espartanas aferrándose a ellas. Fue entonces cuando los espartanos desenfundaron los xhipos, espadas cortas, provocando una auténtica carnicería. El reducido paso anulaba la superioridad numérica del ejército persa y el primer día de combate terminaba con un inesperado desenlace.
        El día siguiente se desarrollaba si progresos para Jerjes. Preparado para la lucha a campo abierto, el mayor ejército hasta entonces conocido se sentía impotente para acabar con unos miles de soldados. La paciencia de Jerjes se agotaba y decidió enviar a su fuerza de élite, un cuerpo de infantería pesada que recibió el nombre de los 10.000 inmortales por parte de Herodoto, historiador griego. Pero esta tentativa también fue en vano.
       El oráculo de Delfos había vaticinado que Leónidas y sus hombres morirían en esta batalla, y así habría de pasar; sin embargo las circunstancias no fueron las más dignas. Un traidor de nombre Efialtes, nombre que todavía en la actualidad se interpreta como pesadilla, en busca de riqueza, cruzó las líneas y pidió ser atendido por Jerjes, mostrándole un camino que le permitiría salir al otro lado del paso. Amparado por la nocturnidad, parte del ejército persa realizó el itinerario marcado apareciendo en la retaguardia espartana en la mañana. En un acto de honor sin precedentes Leónidas ordenó al resto de tropas griegas regresar a casa y se dispuso a plantar batalla con sus 300 espartanos, con el fin de retardar lo más posible el avance persa.
     La situación había variado considerablemente. Se seguía luchando con un ejército claramente superior en número y auxiliado por arqueros, pero ahora había que defender dos flancos. Las embestidas persas eran rechazadas con bravura por los espartanos, pero en una de ellas cayó Leónidas, lo que supuso un fuerte varapalo en la moral espartana. Jerjes mandó retirar las tropas, después de haber perdido casi 10.000 hombres en aquella batalla y ordenó a los arqueros disparar hasta que no quedara hombre en pie. Curiosamente este era el peor castigo que podía dársele a un espartano, pues no consideraban dignos a aquellos que mataban desde la distancia, consideraban una cobardía toda aquella lucha que no fuese cuerpo a cuerpo. Este fue el fatal final de los 300 bravos guerreros que se enfrentaron con todo un ejército.
       Jerjes no consideró en ningún momento la valentía, nobleza y pundonor de su rival. Poseído por un sentimiento de rabia y humillación mandó buscar el cuerpo de Leónidas para mutilarlo, decapitarlo y clavar la cabeza en una pica, privándole con ello de su viaje en la barca de Caronte. Pero Leónidas había conseguido un logro muy importante. A pesar de que 10.000 bajas no eran excesivas en un ejército de tal magnitud, es golpe dado por el caudillo espartano repercutió de forma fehaciente en la moral persa.
         Los persas con el paso libre, tenían el camino despejado hasta Atenas; pero la población había huido y Jerjes tan solo encontró una ciudad fantasma. A finales de aquel mismo año, el 480 a.c., recompuestos y organizados, los griegos se enfrentaron al todopoderoso Jerjes, derrotándole en la decisiva batalla naval de Salamina. Al igual que su padre, Jerjes contemplaba impotente como “un puñado” de griegos volvían a vencer. Quizás el líder persa no consideró nunca que los griegos tenían la mayor de las motivaciones para luchar; conservar su autonomía y libertad. Y como reza el dicho: “hace más quien quiere que quien puede”.
             

           Dedicado a una persona a la que sigo queriendo mucho y que, por circunstancias, está muy lejos.

martes, 19 de marzo de 2013

¡Qué viva Europa!

Esta semana pasada hemos podido presenciar un nuevo capítulo de la “benevolencia” de la Unión Europea. Una unión que saca lo peor de cada gobierno. El rescate a Chipre ha dejado bien claro quién es la Unión Europea, qué son y que representan las democracias de los países que la componen, y lo mucho que importa la población.

Me pongo en los zapatos del obrero chipriota que lleva toda su vida ahorrando para dar una vida mejor a sus hijos o para disfrutar de una vejez relajada; y de repente se encuentra con este órdago del Poder; el dinero que tanto les ha costado ganar ya no está en su suyo. Cuentas bloqueadas, sueños censurados, dignidad aplastada, impotencia, ¡mucha impotencia! Todo ello para salvaguardar un sistema decadente que no tiene futuro; porque el capitalismo y el neoliberalismo “hacen aguas”. Corralito lo llaman, yo prefiero definirlo como pocilga de corrutos. Se lo tiene muy bien montado para controlarnos; el dinero en el banco o sino, aunque se hubiese sido ganado honradamente, es dinero negro.

Otro ejemplo más, el de Chipre, de que para sostener este insano sistema el indefenso debe de salvar al injusto, al que provocó el caos. Esta es la idea de la Europa unida; salvemos los mercados y las economías, dejemos morir de hambre al pueblo. Esto es indigno incluso de régimen chino, que tiene la fama de maltratar a su pueblo con una veteranía que asusta ¿Cuándo va a terminar todo esto? La respuesta es fácil; cuando los ricos vuelvan a sentirse seguros económicamente, tan seguros que puedan volver a dar unas migajas al pueblo que les haga sentirse solidarios, hombres de bien y benefactores de los desprotegidos. Pero hasta que esto no sea así tenemos que engordar sus cuentas bancarias; la hidra europea no tiene hálito y necesita del pueblo para volver a envenenar.

No es tan fácil de comprender la ambigüedad que rodea al ser humano. Por poner un ejemplo: Tony Blair y José María Aznar, dos asesinos sin escrúpulos, no solo no están encarcelados sino que encima gozan de reputación mundial y cobran por dar conferencias; cosa que preocupa en el caso de Aznar, pues no es precisamente el ejemplo intelectual a seguir. Si estos monstruos, donde no meto a Bush porque estoy hablando de Europa, son los hitos a seguir, decididamente tocamos fondo.

Parece más importante el hecho de creer que se vive en un mundo libre que de hacerlo realmente. Este es el nuevo engaño de la autoridad, convencer al pueblo de que es libre, pero en realidad sus designios están en las manos de los de siempre; aquellos que ostentan el Poder. Esto solo hace constatar que, por mil revoluciones francesas que halla, todo vuelve a la normalidad y esa normalidad se explica en el sufrimiento del pueblo para disfrute de las clases privilegiadas. Así pues, y visto que vamos a seguir tragando, llevemos esta hipocresía hasta el final y que sea yo mismo el que diga: ¡qué viva Europa!