jueves, 28 de febrero de 2013

La conquista nazi del poder. Alemania 1933


Quema de libros en Berlín el 10 de mayo de 1933
US National Archives - Fuente

Un pueblo desesperado se convierte en caldo de cultivo más que adecuado para el surgimiento de todo tipo de teorías que ofrezcan paraísos terrenales y esperanzas a corto plazo. Un país derrotado sirve de contexto para escenificar la puesta a punto de un victimismo de difícil justificación pero de extraordinaria fuerza política. Y la combinación de ambos factores desencadena peligrosos mecanismos de consecuencias imprevisibles. La Alemania del periodo de entreguerras, la de la república de Weimar, la del pueblo derrotado y, sobre todo, vencido, mostró el lado más angustioso de esa comprometida ecuación cuyo resultado más humano se tradujo en una terrible contienda de escala mundial con el resultado de millones de muertos y un nuevo orden mundial que debía, en principio, aprender la lección de la historia y no volver a repetir los errores del pasado.
Publicidad del partido nazi
Bundesarchiv, Bild 146-1978-096-03 / CC-BY-SA
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Se ha hablado hasta la saciedad sobre la toma del poder en Alemania por parte del partido nazi y su líder, Adolf Hitler. Todos los autores e investigadores, pensadores y críticos, coinciden en alumbrar pormenorizadamente los factores, en diferentes combinaciones según los estudios consultados, que facilitaron el ascenso nazi al poder y su monopolización, eliminando cualquier tipo posible de oposición en todos los ámbitos posibles de la vida política, social, económica, cultural e ideológica del país. En una vertiginosa carrera que apenas duro unos meses, Hitler fue capaz de pasar de la elección como Canciller un 30 de enero de 1933 a convertirse en líder y jefe supremo de la Alemania nazi, en el Führer. Su oratoria incendiara logró encandilar a toda una nación hasta el paroxismo absoluto que concluiría con la aniquilación de una Alemania desmembrada entre los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
La historia mal interpretada y empleada como arma se convierte en un elemento pernicioso dentro de los discursos extremistas y radicales. La Alemania de los años veinte no fue capaz de disfrutar las bonanzas económicas de la época, lastrada por la reciente y, sobre todo, humillante derrota ante las tropas aliadas durante la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918). Había sido vencida en el campo de batalla. Pero ante todo, había sido avergonzada y deshonrada en el Tratado de Versalles. Ya no se trataba de las enormes cuantías económicas en calidad de compensaciones que el Estado alemán debía afrontar ni las pérdidas territoriales. El altanero imperio germánico había sido derrotado moralmente, y el eterno enemigo, Francia, ahora se erigía en pretendido dueño de los destinos de la antes orgullosa Alemania. Un antiguo cabo del ejército alemán, aunque de origen austriaco, mantendría la llama de una venganza que latía en muchos alemanes. Sólo debía avivarla mediante el llamamiento a ese antiguo espíritu germano, tan noble y triunfal. Si era necesario recurrir a sesudas pseudo - teorías científicas, tergiversar los datos de filósofos y pensadores, se haría sin lugar a dudas. Y en ese contexto surgió la espectacular y temerosa escenografía del partido nazi.
Adolf Hitler, 1927
Bundesarchiv, Bild 102-13774 /
Heinrich Hoffmann / CC-BY-SA
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No puede obviarse en todo este devenir la cuestión meramente económica. Alemania sufría los estragos de las imposiciones económicas exigidas por los vencedores. Y no deja de ser esclarecedor que durante la bonanza económica que vivió el país a mediados de los años veinte, el partido nazi y cualquier opción política extremista viese disminuido su quorum electoral. Sin embargo, la devastadora crisis del año 1929 se dejó sentir con especial virulencia en una Alemania ya de por sí ahogada económica y financieramente. Un paro galopante y la falta de soluciones articuladas por parte de las autoridades políticas facilitaron la radicalización de las opciones políticas. Fue entonces cuando el partido nazi se erigió en medio de la tempestad como la única alternativa capaz de ofrecer una recuperación económica rápida y esperanzadora para todos aquellos que sufrieron de forma directa los embistes del crítico panorama financiero internacional.
Alemania, a diferencia de otros vecinos de mayor tradición democrática, es un Estado de larga herencia guerrera donde lo militar se sublima hasta el punto de convertirse en ideal social máximo que debe determinar cualquier aspecto de la vida social. El ascenso de Hitler al poder viene dado de la mano de un presidente anciano y derrotado, el general Hindenburg, apoyado por gran parte del espectro político alemán: grupos económicos de enorme poder, extrema derecha, grupos conservadores y muchos otros que vieron en la uniformidad nazi la única opción posible para recuperar la grandeza de la nación germana y aria. En la oposición, las disputas entre comunistas, cada vez más radicalizados, y socialistas, más dispuestos a participar en el juego electoral, desviaron el centro de atención de las alternativas de una izquierda demasiado ensimismada en sus disputas internas. En definitiva, socialistas y comunistas, más atentos a sus controversias, dieron la espalda a la realidad de lo que sucedía en las calles de las ciudades alemanes con el resultado ya conocido: la acaparación del poder en manos de Hitler y el fin en los campos de concentración y en el exilio de los antiguos líderes progresistas.
Noche de los Cristales Rotos
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El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán cruzaba la frontera polaca. En apenas unos meses casi toda Europa, ya sea mediante ocupación militar o por la articulación de un sistema de dictaduras de corte fascista, se encontraba sometida al yugo de la Alemania nazi. Se iniciaba entonces el principio del fin del horror con un culmen ni siquiera previsto en los peores vaticinios. Todo comenzó en 1919, cuando apenas una veintena de militantes se embarcaron en la paranoia ilógica de la doctrina nazi; el segundo punto de inflexión llegaría en 1933 cuando el país rindió su destino a los deseos hitlerianos; y el punto final se escribiría en 1945 cuando las tropas soviéticas alzaron la bandera roja sobre el Parlamento alemán escenificando el ocaso del régimen nazi con la sangre de millones de personas en todo el mundo.
Luis Pérez Armiño

martes, 26 de febrero de 2013

El Camino

No se sabe a ciencia cierta en que año fue, posiblemente entre el 810 y 814, cuando Pelayo, un ermitaño, vio extrañas luminarias y escuchó cánticos celestiales. Aquel Santo, martirizado en el año 44, y cuyo cuerpo fue depositado por sus discípulos en Finisterre, había decidido tomar el protagonismo que le correspondía. Acababa de nacer una de las peregrinaciones con mayor tradición, el Camino de Santiago.

Cuando Pelayo el ermitaño descubre el sepulcro, el recién inaugurado Reino Astur se encuentraba en una complicada situación. A finales del siglo VIII y comienzos del siglo IX, débil pero firme, el Reino Astur luchaba por consolidarse y subsistir ante las acometidas del Emirato de Córdoba. Alfonso II buscó el compromiso y apoyo del Emperador, Carlo Magno, para asegurar su territorio frente al infiel. Convertir su lucha particular en una defensa de la cristiandad era el mejor garante de supervivencia.

La aparición de la tumba de Santiago coincide con una serie de acontecimientos históricos que van a favorecer la peregrinación. El siglo IX es un siglo difícil para el peregrino cristiano. Jerusalén había caído en manos del Islam complicando un viaje, ya de por sí, muy duro, costoso y peligroso. El otro gran centro de peregrinación, Roma, se encontraba inmersa en las guerras del hijo de Carlomagno, Luis el Piadoso, con sus hijos. Ni los palmeros, nombre que toman los peregrinos al entrar en Jerusalén, debido a la palma del Monte de los Olivos que portan, ni los romeros que visitaban la tumba de S. Pedro en Roma, podían satisfacer su espiritualidad con seguridad. Esta situación dejaba un vacío espiritual que iba a favorecer la peregrinación a Santiago.

Conocido el descubrimiento por parte del obispo de Iria Flavia, Teodomiro, se procedió a acometer las excavaciones, hallándose un sepulcro de mármol en cuyo interior se encontraban los restos de Santiago. Se dio al lugar el nombre de Campus Stelae. Alfonso II comunicó el descubrimiento al Papa y al emperador de Aquisgrán, el gran Carlomagno. Emergía uno de los centros de peregrinaje más importantes del cristianismo.

La consolidación del Camino de Santiago fue un proceso lento y no ajeno a dificultades. En un principio eran devotos los que visitaban la tumba del Santo, cuyo flujo crecía favorecido por la promoción realizada por parte de los reyes cristianos en los siglos X-XI como Fernando I y Alfonso VI de León y Castilla ó Sancho II y Alfonso Ramírez de Navarra.

En sus inicios el Camino recorría el agreste litoral cantábrico. Según se consolidaba la reconquista contra los árabes, consumada con la caída del Califato en el año 1031, se buscó un itinerario menos sinuoso, dando lugar al popular Camino Francés que recorre la zona septentrional de la Meseta Norte. Junto al Camino Francés seguía estando el camino de la costa y el que llegaba desde las tierras portuguesas. Estos caminos quedan estructurados en el siglo XI. Posteriormente se añadirían nuevas rutas procedentes de las tierras conquistadas a los árabes en el sur.

El revulsivo económico del Camino se dejó sentir pronto. El constante paso de peregrinos activó la economía de la zona, atrayendo comerciantes y favoreciendo la acuñación y circulación de moneda, hasta entonces prácticamente inexistente. Aparecieron nuevos núcleos de población y los antiguos espacios rurales se desarrollaron hasta adquirir la condición de ciudades. Se construyeron puentes, caminos, hospitales, albergues, hospederías. Reyes, nobles y clérigos donaron importantes cantidades de dinero para adecuar el Camino y dotarlo de instalaciones que favorecieran el peregrinaje. Surgieron nuevos cultos y advocaciones. Influencias arquitectónicas y artísticas venidas de Francia y el resto de Europa se fusionaron con la tradición autóctona enriqueciendo la cultura. Surgían las ferias y mercados en las poblaciones importantes. El Camino de Santiago se había convertido en un fenómeno vivo y dinámico capaz de establecer sus propias condiciones.

El crecimiento económico y social animó a los monarcas a favorecer el trasiego de peregrinos y mercaderes mediante exenciones fiscales. Papas como Urbano II o Calixto II favorecieron y fomentaron  la peregrinación a Santiago. Aparecerían escritos, como el Liber Peregrinatoris, del clérigo Aymeric Picaud, considerado como la primera guía de viajes de la historia, con información detallada de como son los caminos, las jornadas de viaje, los ríos, las costumbres de los hombres, los hospitales, etc.

Según avanza el tiempo el perfil del peregrino va cambiando. En el siglo XIII a los devotos de siempre se les unen la nobleza europea y gente venida desde lugares recónditos. En el siglo XV queda constatada la llegada de dos armenios y un etíope. Se calcula que más de 200.000 personas llegaban anualmente a Santiago. El Camino no entiende de clases sociales. Por él transitaban desde el peregrino de pernas, de clase baja o media, que hacía el recorrido a pie, a jinetes, caballeros y nobles, seguidos de todo su séquito.

El peregrino, por lo general, se dirigía a Santiago en busca de la expiación de culpas, o cumpliendo el “peregrinatio pro voto”, promesa realizada en un momento de dificultad. Pero también hay peregrinos profesionales, personas que, por dinero, realizan el peregrinaje en nombre de otras. Asimismo encontramos embajadores de territorios y ciudades asoladas por pestes, pandemias y enfermedades que buscaban la indulgencia del Santo. Incluso llegaron a Santiago viajeros y “turistas”, gente que quería conocer ciudades distintas, otras costumbres, culturas, curiosos que hacen el Camino por el placer de viajar. Todo ello sin olvidar al que peregrinaba por motivos económicos y comerciales.

Santiago de Compostela se había convertido en el centro religioso del cristianismo. La iglesia concedía indulgencias y perdones para la remisión de pecados mediante el peregrinaje. Desde el norte de Europa se condena a peregrinar a Santiago para cumplir sanciones tanto canónicas, como civiles. Delincuentes y vagabundos fueron sustituyendo a los fieles y devotos, circunstancia bastante evidente a partir de los siglos XIV-XV.

Hay que analizar la importancia que tuvo el Camino de Santiago en una sociedad feudal y agraria y la repercusión en la economía. El comercio de la Península cristiana se basaba en el intercambio de productos de primera necesidad que provenían de los excedentes de los campos colindantes. Apenas se veía alguna moneda, y las pocas eran de origen árabe o franco. La llegada de comerciantes y artesanos de más allá de los Pirineos cambió toda la estructura existente. Supuso un revulsivo en la acuñación de moneda, fomentó el comercio, aparecieron nuevos oficios, se multiplicaron los artesanos en una sociedad de agricultores, y se dio un proceso de urbanización en núcleos rurales y villas. En definitiva, modernizó la estructura feudal. Algo parecido, y salvando las diferencias, se ha producido hoy en día en las zonas que son cruzadas por el Camino, cuya economía se ha revitalizado a tal punto  que no se concibe sin la existencia del Camino.

La efeméride italiana; ¿del alba... al ocaso?, ¿o viceversa?

           Resulta curiosa cada perspectiva que el hombre tiene. Cuando piensas qué todo el resto de la población ve negro el panorama, descubres, “in situ”, que la única opacidad está en tu mente. En realidad, nunca tuve mucha fe en un país que vota a un tipo como Berlusconi; pero quién soy yo para opinar del tema, si aquí gobierna un fulano llamado Rajoy, menos populista, pero más atroz en sus decisiones. Lo cierto es que siendo Italia la tercera potencia de la zona euro me parecía extraño que tanto poder recayera en, y sin querer faltar, un descerebrado, borrachín y mujeriego.
            Lo cierto es que la población italiana, al igual que la española, está engañada, pero en ambos países se van abriendo las puertas a una nueva esperanza qué seguramente nunca llegue, pero descansa en una idea universal muy actual; todo puede ser mejor que lo que tenemos. Es por ello que los italianos se han negado rotundamente a las postulaciones de Monty y su europeísmo, estrepitosamente derrotados en las urnas, y han condenado al ostracismo a Merkel y su envenenada Europa.
            Sintetizando, visto el resultado de las elecciones, Italia prefiere el absurdo, recalcitrante, derechista y populista programa político de Berlusconi, que el aire “europeo y renovador” de Monti. Pero ante todo, la población italiana aboga por un cambio radical. Un cambio que busca la solución en el centro-izquierda, personalmente yo no creo que sea lo correcto porque equivale a más de lo mismo, pero lo cierto es que la población italiana piensa que esa es la opción "menos equivocada".
            Lo importante de estos comicios no es que Italia no crea en Europa, eso queda claro, lo importante es el ascenso de la abstención, y por tanto de la poca credibilidad que se tiene en la política actual, y para ser más exactos, en la política que viene de Europa ¿Qué llagará a pasar en el momento que más de la mayoría de la población no vote?, variarán la Constitución, o no mostrarán reparo en demostrarnos, sin aval poblacional, que la Democracia es pura fachada al servicio del fascismo económico.  

domingo, 24 de febrero de 2013

Seres viles. Qué buen súbdito…

Hasta tres tipos básicos se distinguen. No existe una caracterización antropométrica que nos permita reconocer a los viles y mezquinos que pueblan, y en la mayoría de las ocasiones gobiernan en nombre de otros, los reinos de este mundo. Sin embargo, sí pueden clasificarse unos determinados rasgos que las estadísticas nos dicen predominantes. Son ellos los que de forma subrepticia, maliciosa y ladina consiguen hacerse con los poderes mundanos y dirigir los destinos de los voluntariosos y los decididos. La estrategia establecida para la toma violenta de las esferas de decisión pasa por la tan primitiva puñalada por la espalda; maniobra primigenia y por ello perfectamente eficaz. La traición como bandera y la cobardía como baluarte para defenderse ante el medio adverso. Especializados en mandar suicidas cargas que fulminan todo aquello que pueda suponer sombra y sorna del mezquino.


Primer ser vil. Rostros cetrinos y abotargados

Los seres cetrinos y de carnes mórbidas, blandas, desparramadas entre los pliegues de sus vestimentas en exceso pulcras para disimular de forma violenta sus oscuras intenciones. Ante todo la cobardía del que se sabe fiel súbdito y pronto a obedecer las órdenes más disparatadas sin apenas cuestionar las procedencias de las mismas o su conveniencia. Suelen mostrarse ante el resto de los mortales apoltronados en sus tronos desvaídos y ya ajados de tantos dignos traseros que los han ocupado. Su preeminencia es de corta duración, su estima entre sus superiores tiene fecha de caducidad, su poder es frágil y pasajero. Y los primeros conocedores de lo efímero de su escaso papel son ellos mismos; los consternados sufridores se asientan a sus pies a la espera de las peroratas babosas y desleídas de estos seres indignos. Su papel en la historia es negro sobre blanco que con el paso del tiempo se muda a un amarillo angustioso que sucumbirá más pronto que tarde.

 
Segundo ser vil. Los poderes de los colores

Con larga insistencia nos han convencido de la importancia de la apariencia. Durante siglos algún ente superior ha promovido esa extraña e ilógica distinción que busca separar a las personas en base a clases, castas y estamentos inamovibles pese a las falsas promesas que a modo de cánticos de sirenas nos llegan desde las escarpadas costas de eso que llaman democracia. Sin embargo, nos caracterizan para que podamos ser fácilmente identificables e identificados. En ocasiones, los uniformes y las banderas confieren la falsa superioridad a determinados seres que son investidos de frágiles poderes que sólo son capaces de mantener ensuciando sus galas con la sangre de los demás. No existen cuestionamientos ni interrogantes; no existe nunca la autoridad moral, sólo la jerárquica. 
 

Tercer ser vil. A falta de otros muchos que puedan seguir

Sin embargo, hay personas e individuos que se mueven por motivaciones que están más allá del simple lucro o beneficio personal; incluso algunos que se muestran serviles y complacientes de una forma consciente, orgullosos de su mezquina labor y de los cuidados que prodigan hacia sus superiores. Prestos siempre a obedecer órdenes, les mueve el peor de los fanatismos. Hacía tiempo que corría una opinión que consideraba todos los “-ismos” como fuerzas exterminadoras que debían ser evitadas. Pero los “-ismos” no son el problema; las ideas no son perniciosas por si mismas. La dificultad surge cuando una legión de individuos e individuas deciden hacer suya esas ideas y convertirlas en la mecha de sus hogueras donde deberán perecer los herejes. Imbuidos del espíritu ya sea por convicción o por esos falsos enamoramientos sectarios que ciegan su corta razón y su escaso criterio, se convierten en perros de jauría sólo atentos a la presa.


Luis Pérez Armiño

 

 

jueves, 21 de febrero de 2013

Dime quién soy

Dime amor donde puedo hallarte,
si algún mal permite que me demore
mas, no te quepa ni la menor duda
que mil vidas pase, habré de encontrarte

Me invade cierta bravura
porfiada con tesón por mi ser,
que no relaja mi postura,
ni mi amor, ni mi querer

Siendo yo un romántico
que nota cierta presura,
pero muero por amor
invadido por la amargura

Pues las noches son noches,
demasiado largas y muy frías,
no encuentro razón alguna
hasta que no viene el mediodía

La oscuridad me la paso en vela,
la luz me despeja pero no me incita,
deseo tanto el tenerte a mi lado
que sueño ufano con que llegue el día

Mientras deambulo obsesionado
con un querer que me olvida,
al igual que hace un beato
con las cosas malditas de la vida

Escapo a mi escabrosa tormenta
cuando apareces y ti te admiro,
angustiado quedo cuando marchas
ilógico explicar el sentimiento vacío

Dicen que esto lo susurró un gentil joven
para ganarse el favor de una bella dama,
esa noche la pasaron los dos muy juntos,
¿será que funcionan tan ñoñas palabras?

A lo cual respondió el joven…
-Que por ñoñas que sean mis palabras…
mientras tú meneas la manta,
yo duermo acompañado en la cama

Nota del autor:
Que complicado es expresar lo bello
y con que facilidad y solo dos versos
se puede mandarlo todo al destierro…

Ocurre con los que intentan pasar por quienes no son,
pero que no lo olviden nunca, tarde o temprano,
y generalmente en el peor momento, aparece el “yo”

lunes, 18 de febrero de 2013

Réquiem por Melequides

           Corría por aquella Magna Atenas, de filósofos e ideas libertarias, una historia de un hombre atormentado, apesadumbrado por su propia condición. Se tramaba, de oreja en oreja, la curiosa actitud de aquel hombre, que sin embargo, jamás había sido centro de conversación, hasta ese momento, que su propio destino le traicionó. Quizás no fuese consciente si su mal residiera más en su propia fustigación, qué, y negando lo que él pensaba, en sus actos discordantes con su parecer. Llevaba una vida contaminada por su proceder, pues hiciese lo que hiciese, nada habría por satisfacerle. Lo nefasto del asunto, fue exteriorizar ese sentimiento y que algún abúlico personaje, sediento de protagonismo, quiso ganar un minuto de fama, y captar la atención mundana, con una historia que guarda más rencor que interés.
El sujeto, que atendía al nombre de Melequides, continuamente se exponía a los duros dictámenes de su propia mente. Hiciese lo que hiciese, todo era susceptible de ser mejorado, y por ello se esclavizó y fue poseído, atrapado en una difícil tesitura; si puedo hacerlo, por qué no lo hago. Llegó a detestarse tanto como persona que creyó que el mundo estaría, sin duda ninguna, mejor sin él y planificó su propia muerte. Una muerte alentada a diario por ese sentimiento de culpabilidad que se hacía sucio y le evitaba dar sosiego al alma. Se atormentó día tras día, cada vez más convencido de llevar a cabo su felonía. Curiosamente solo le retuvo la locura el propio hecho de saberse no perdonado por sí mismo y eso le impedía llevar a cabo la majadería de dejar de existir por sentirse consigo mismo poco afín. Poderosa es la mente, mucho más que elocuente, que si quiero que no quiero, que si puedo y no procedo.
Puedo asegurar, sin saber el final, que este hombre jamás se mató. Nunca halló calma, ni nunca halló perdón. En esto dicho, personalmente pienso, carece de importancia tanto el personaje, como el manuscrito. Pero realidades de la Democracia, cada opinión debe ser valorada, por ello esta insignificancia debe de ser considerada.


Fletogero de Atenas. Filósofo y científico.
 
 

sábado, 16 de febrero de 2013

Cucharadas a la fuerza

          Vivimos tiempos apocalípticos. A pesar de muchos bien pensantes y supuestos científicos que esgrimen razones sin peso ni fondo para tratar de suavizar el dolor, nuestra sociedad gusta de sentir ese frágil equilibrio del que se tambalea por la cuerda floja entre el ser y el no ser, por hacernos algo literarios. Y las noticias parecen confirmar todos los temores que nos acechan desde aquel fatídico pero también fallido efecto dos mil. No sólo nos ha dimitido un Papa, algo que no sucedía desde hacía algo más de medio milenio; encima, para más INRI, nos despertamos con inquietantes noticias que nos hablan de una cantidad ingente de rusos heridos por la caída de meteoritos y demás eventos cósmicos de mortalidad imprevisible; además un esteroide de magnitudes sospechosamente parecidas a un campo de fútbol (o una piscina olímpica, según las fuentes) nos acecha amenazante rozando nuestro débil e indefenso planeta. El culmen de este paroxismo destructivo y aniquilador se alcanzó cuando en la inauguración de ARCO un/una visitante golpeó y dañó una de las obras expuestas, en concreto de Bernardí Roig. Si esto no es el final del mundo, que baje Dios y lo vea.
           Respecto a las cuestiones extraplanetarias no creo conveniente detenerse lo más mínimo. Al fin y al cabo, en muchas otras ocasiones, hemos comentado ese extraña atracción por lo apocalíptico que siente la especie humana. Para ampliar información, el lector interesado puede remitirse a mis muchas reflexiones sobre el vértigo humano, tan humano, frente a lo infinito e insondable.
           Respecto a la escultura de Bernardí Roig, nuestro más profundo pesar. Sobre todo, el pesar del pobre o de la pobre que dañó la obra en cuestión, valorada superficialmente en torno a los cincuenta y cinco mil euros. Evidentemente, ahora se pondrá en marcha un complejo proceso en el que han de intervenir expositores, aseguradoras, el propio artista y demás interesados con o sin intereses económicos implícitos en este accidente. No es precisamente Bernardí Roig plato de mi gusto ni encuentro de especial interés su obra. Al fin y al cabo son seres blanquecinos y gesticulantes, muchas veces meditativos y concienzudamente observadores, con un haz de luz en alguna parte inverosímil de su cuerpo. Pero no me dicen absolutamente nada más. Quién desee más información en torno a la trayectoria artística de Bernardí Roig puede acercarse al Museo Lázaro Galdiano de Madrid o leer alguna de mis apasionantes pseudo – críticas artísticas.
           Puede suponer un mayor interés ahondar en el significado profundo de la obra de Roig. El propio artista, algo muy común en la creación contemporánea, no duda en escribir y sobrescribir sobre el significado último de sus espectrales esculturas. De hecho, el arte actual sería prácticamente incomprensible si los propios artistas no se empeñasen en explicar su sentido de alguna manera. Hace relativamente poco, un tipo llamado artista se empeñó, insistió, berreó y pataleó por encerrarse en un estrecho e incómodo zulo para recrear el secuestro de Ortega Lara. Bajo la denominación genérica de arte, el personaje en cuestión dejó crecer su larga barba (no sabemos sin por obtener mayor realismo en la performance o por mera cuestión estilística hipster) y se enfrentó contra viento y marea afrontando con férrea dignidad las críticas de todos aquellos que consideraban su payasada una simple provocación publicitaria más que una manifestación artística.
            Es aquí donde finalizo y enlazo con la sorprendente dimisión papal de los últimos días. En el nuevo proceso milenarista, ese que se extiende desde el final de la historia hasta el caos que ha caracterizado la primera década de la nueva era, el símbolo ha sufrido un proceso de desvirtuación similar al de muchos otros valores que definen la especie humana. El símbolo durante mucho tiempo, durante su larga historia, se convirtió en uno de los elementos definidores de la especie. Incluso, algún atrevido se aventuró a lanzar arriesgadas hipótesis que establecían un nexo indisoluble entre la capacidad destructora del ser humano moderno y el uso adecuado de la simbología propia de su entendimiento. Sin embargo, en los últimos tiempos el símbolo apenas encierra otros significados que no sean los meramente provocadores. Ya no existen símbolos cargados de significados, de significantes y de mensajes sólo aptos para los iniciados. El símbolo se ha devaluado hasta convertirse en mera provocación, más atenta al vómito que puede generar que al mensaje que es capaz de transmitir.

Luis Pérez Armiño

miércoles, 13 de febrero de 2013

La huerta de Tafrasio

           A veces, cómo enseñaba Platón a través del mito de la caverna, sólo vemos la sombra de la realidad. Un mundo tan ilegítimo como creíble y siempre una opción más cómoda y menos dura que enfrentarse a la verdad, que siempre hiere. Optar por el camino más corto nos condena a una, no siempre, feliz ignorancia. Atendiendo a esa cortesía, que se me vuelve necesidad, hoy te visito por el camino largo y pedregoso, por ese que te hace llegar magullado. Rompo con la vana ignorancia e incomprensión que hemos tenido para con nosotros. A ti, mí siempre amigo, está dedicado éste, mi llanto de sinceridad. Con ello me despojo del manto de orgullo, desprecio mi terquedad, liberándome de prejuicios y poniendo mis sentimientos en tus manos, pues te aseguro que ni el tiempo más cruel, que por largo que se hiciese, ha sido capaz de arrancarme los momentos contigo.
           ¿Qué nos ha sucedido entonces? Yo recordaba tiempos despreocupados, pequeños conflictos solventados con una sonrisa. ¿Dónde se perdió aquello? Si a esto llaman madurar, pues niño quede eternamente. Como si un aurea de despropósitos nos invadiera, parece ser que aquello, antaño insignificante, ha tomado con el tiempo un significado garrafal y macabro incidiendo con tal fuerza que ha erosionado nuestra frescura y descaro. ¿Tan mayores nos hemos hecho?, o, quizás, no nos dábamos cuenta de lo importante que era todo. Es por ello, mi fiel amigo, que en tal situación he decidido despojarme de mi vanidad, esa que ha favorecido nuestro escenario actual, para hablar el primero, aunque sea para preguntarte… Es cierto que es muy egoísta por mi parte dirigirme a ti para que me expliques, después de tanto tiempo, la razón de esta nostalgia que sufre aquel que un día fue rico y hoy es miserable.
           Te mentiría si te dijese que me acuerdo de ti a todas horas. Pero es cierto que esos momentos tan míos, aquellos de los que me despojo de la banalidad exterior, caigo víctima de mis recuerdos, donde de cuando en vez acudes sereno, como siempre fuiste, a sosegar mi locura. Aunque protestona y "un pelín" cascarrabias, cuánto he añorado esa presencia. No ha sido fácil romper mi hermetismo, ni mi injusta, pero humana, frialdad para hacerte retomar memoria de ese pasado que quieres olvidar, pues también te castiga. Quizás ya no nos merezcamos el uno al otro, pero sí que es cierto, en atención a lo que hemos vivido juntos, que nos merecemos una explicación. Es un despropósito que hallamos cargado al tiempo nuestra responsabilidad y me cuesta admitir que nos dejáramos seducir por el equívoco de la incomunicación. Lo único que tengo claro es que no hemos sido capaces de ponernos cara a cara y preguntarnos… ¿Qué nos ha pasado?
           Es el día de hoy que nos vemos de “pascuas a ramos”, mirándonos en ocasiones como desconocidos, con la fría y extraña sensación de forzar la conversación. Yo me excuso en que has cambiado, tú, sin embargo, estoy seguro de que piensas que hemos madurado. Lo cierto es que recogemos los despedazados restos de una relación todavía inconclusa, ¡sí!, ¡inconclusa!, pues no te quepa duda que no es fácil acabar con aquello que has venerado durante tanto tiempo. Por mucho que cambie la vida, nunca será en segundas ni terceras personas lo que en primera ha sido. Por todo ello renuncio al siempre socorrido cinismo, a mí insulsa suficiencia y afronto la cobardía con el arma que mejor manejo, mis “papelajos”.
           Te imagino leyendo estas líneas con esa inexpresiva muesca en tus labios, gesto de aparente desdén, que sólo aquellos que te conocemos interpretamos como una cariñosa sonrisa. Reclamo la atención de esa increíble sensibilidad que te obstinas por ocultar y para ello desnudo mi alma, que bien conoces, más te vuelvo a presentar, a la espera de que recojas el guante. Mientras seguiré labrando mis inquietudes en la Huerta de Tafrasio.

martes, 12 de febrero de 2013

A falta de pan…, ¿buenas son tortas?...

            Resulta, cuanto menos gracioso, la permisibilidad de la burocracia con respecto a todos los parásitos, sin oficio ni beneficio, que se lucran a cuenta del trabajo y sufrimiento del honrado trabajador. Tampoco quiero entrar en un debate que tengo ampliamente dilucidado, simplemente utilicemos esto como el hilo conductor que nos ha de llevar a la cuestión que ha de desarrollarse hoy en El ostracismo de Caronte, una cuestión de sumaria actualidad y que viene a avalar el concepto del español inmovilista; el Caso Bárcenas.
Este apartado siniestro nos invita a comprender un poco más los entresijos oscuros que utilizan los poderosos. Por decirlo de alguna forma, parece ser que la Ley Laboral del PP responde más a un agradecimiento a las donaciones que los miembros del partido recibieron de las grandes empresas, que a una actuación para frenar el desempleo, qué por otro lado se ha incrementado. Falta decir que muchos de estos empresarios pertenecían al propio PP. Simplificando, si financias la economía de un partido político serás recompensado si este sale elegido. Curiosamente, los que deberían ser los mayores recompensados, los votantes, son los mayores damnificados, esto dice mucho de las intenciones de Rajoy.
Cuando saltó el Caso Bárcenas, los populares, muy propio de ellos, respondieron con el mutismo. Se tomaron todo el tiempo del mundo para dar explicaciones. Cuando las dieron, haciendo gala de esa innata inteligencia que alumbra a nuestros políticos, solo se les ocurrió presentar públicamente sus respectivas declaraciones de renta. ¿Y para qué?, me pregunto yo. O son muy estúpidos, o se piensan que lo somos la población, o simplemente, y abusando una vez más de la confianza del pueblo, intentan, con esa cutrez que les caracteriza, desviar el tema y dejarlo pasar. Resulta insultante la muestra de sus declaraciones de renta, cuando precisamente en el Caso Bárcenas lo importante sería que señalaran las indigentes cantidades de dinero embolsadas y ¡no declaradadas! Qué me importa a mí, con respecto a este caso, lo legalizado. Su declaración de renta solo me supone indignación por las cantidades que cobran en relación a su competencia profesional. Desgraciadamente, en este circo que se han montado tras la careta de la Democracia, ese dinero es considerado legal. Lo que yo quiero saber es cuánto dinero recibieron en base a dietas, favores, regalías, etc., y que nunca fue declarado.
           Hoy por hoy, el personaje más importante de España no es Rajoy, ni siquiera Merkel, se llama Luis Bárcenas, y su declaración, vilipendiada por el PP, y ansiada por el resto, debería de acabar de convencer a la población de que ya es hora de poner punto y final a esta sangría demócrata-financiera. Aunque no tengo mucha fe en la población española, ha recibido tantos palos, que ya ni percibe el dolor.



sábado, 9 de febrero de 2013

Los orígenes del mundo

           ¿Qué relación se puede establecer entre la pintura francesa del siglo XIX, el Siglo de Oro español y la custodia de bienes culturales en los museos? En principio, es posible establecer infinitos nexos más que evidentes entre estos contenidos. Sin embargo, existe una relación fortuita que pretende explicar una misma concepción en torno a un asunto idéntico. Todo empezó una noche del siete de febrero de 2013. Una mujer, de edad indescriptible y aspecto insondable, paseaba su figura lánguida y mezquina por las salas de una sucursal del parisino Louvre en la ciudad francesa de Lens. Durante unos segundos se detiene ante La Libertad guiando al pueblo, obra icónica de Delacroix pintada en 1830 en honor a los revolucionarios que se levantaron contra la voluntad de Carlos X de suprimir el parlamento y restringir la libertad de prensa. Nuestra mujer se abalanza sobre el lienzo y con un rotulador indeleble escribe un críptico mensaje: AE911.
           Hasta el momento, la prensa no ha conseguido recabar más información que arroje algo de luz sobre la causa última de este acto vandálico contra el cuadro de Delacroix. En el amplio mundo del arte y su musealización, no son extraños estos ataques, aparentemente injustificados, contra obras de arte variadas. Por ejemplo, la famosa Venus del espejo de Velázquez fue salvajemente acuchillada a principios del siglo XX dentro del ambiente de tensión general que existió en la época en torno al papel de la mujer en una sociedad de fuerte raigambre masculina. La autora de las insidiosas cuchilladas, por cierto, fue condenada a seis meses de prisión. El peculiar desnudo velázqueño fue restaurado. 
           Otro titular que ha ocupado con cierta insistencia la prensa nacional e internacional ha sido un reciente descubrimiento fundamental para la historiografía artística. En este caso, nos referimos a una de las obras más perturbadoras e impactadas del arte pictórico decimonónico francés: El origen del mundo, de Courbet. Este pequeño lienzo en cuestión representó una novedosa y escandalosa aproximación al tema de la sexualidad y la feminidad, más considerando la mojigatería de la época y la doble moral que imperaba en los salones burgueses de la Europa del siglo XIX. Una explícita representación del sexo femenino, brutalmente real, descarnado y excesivamente visual. Podemos establecer una nueva analogía con la obra antes mencionada de Velázquez. En ambos casos, parece que ambos lienzos fueron concebidos para el disfrute particular y hogareño de sus poseedores. Tanto la Venus del espejo como este peculiar y sexualizado origen del mundo fueron creados para el gozo de unos pocos en los rincones más apartados y reservados, al amparo de miradas indiscretas y públicas.
            Llegados a este punto, es evidente el triángulo amoroso – estético que hemos establecido entre Delacroix, Courbet y Velázquez. Genialmente hemos hallado el puente que une de forma directa el revolucionario arte del siglo XIX francés con la genialidad del XVII español. Sin embargo, todavía queda en el tintero un aspecto que supondría el hermanamiento definitivo entre estos tres autores. Al parecer, recogen de nuevo las crónicas periodísticas, un individuo entregado al estudio y el análisis artístico del tal Courbert, habría podido descubrir que El origen del mundo sufrió un pudiente y recatado acto de vandalismo premeditado. Según recoge la prensa, este cuadro podría haber sido intencionalmente mutilado por motivos de decoro y vergüenza, aspecto éste en el que los expertos todavía discrepan.
           La violencia salvaje y cruel, sin sentido y obtusa, ciega e ilógica, se ha cebado en uno u otro momento sobre estos tres grandes lienzos, tan rotundos y revolucionarios en sus respectivos contextos. Parece que la desnudez, los pechos descubiertos exigiendo libertad, las insinuantes formas que nos dan la espalda o la frondosa sexualidad como origen y final de todo el Universo, reclaman la presencia enajenada del sujeto que no entra en razón y que blandiendo su arma, ya sea puñal o rotulador indeleble, pretende ocultar a la vista de los demás lo que a sus ojos es pernicioso o al menos no conveniente.


Luis Pérez Armiño

 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Y…, ¿la historia se repite…?

          A lo largo de la historia son muchos los filósofos que han logrado entender la naturaleza del poder, desenmascarando los entresijos y mecanismos que mueven los órganos internos de gobierno. Y no es tarea fácil, pues detrás de la cara, más o menos amable de los gobernantes, se ocultan miles de rostros oscuros. Nada puede desestabilizar la armonía, eso está por encima de todo, y como dijo Maquiavelo, el fin justifica los medios. Si alguien o algo atenta contra la estabilidad política, se va a utilizar cualquier recurso, repito, cualquier recurso, para borrar ese rastro, y si es posible sin dejar huella alguna.
Volviendo al principio, muchos son esos filósofos que entendieron el modus operandi del poder. Entre ellos Thomas Hobbes, filósofo británico del siglo XVII. El justificó, con relativa sencillez, la existencia del estado como ente de pacificación y organización social en la convivencia del hombre con sus congéneres. Hobbes consideraba que los hombres no estaban preparados para convivir juntos en un ambiente de paz y armonía. Tenía presente que las rencillas y disputas estarían a la orden del día, alentadas por ambiciones y envidias, tan comunes en la naturaleza humana. Esta naturaleza humana fue definida por el filósofo británico como homo homini lupus, lo que traducido al castellano significa: el hombre es un lobo para el hombre. Esta expresión la había tomado de otra similar, "Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit." (Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro) del escritor romano Tito Maccio Plauto. Para controlar el egoísmo humano, para que el hombre no sea un lobo con el hombre, a Hobbes se le hace necesaria la presencia del Estado, al que nomina como Leviatán, monstruo marino que muchos identifican con el propio diablo. El Estado puede llegar a ser tremendamente cruel y despiadado, mas se hace necesaria su existencia para que el hombre no acabe con la existencia del hombre. Es un monstruo y sin embargo su mal, entendido como mal menor, se hace necesario para mantener la paz y el orden entre los hombres.
Hasta aquí, creo yo, qué, bajo un punto de vista lógico, podemos estar todos más o menos de acuerdo. El problema radica en poner los límites de actuación del Estado. Hasta qué punto se debe consentir la extralimitación. En qué momento se debe decir ¡basta! y pasar a la movilización. No es sencilla la cuestión, pero por poner un ejemplo, quizás el más conocido, los franceses decidieron derrocar el poder establecido y proponer otros medios de gobierno diferentes en 1789. Hay que decir que el grado de pobreza, desdicha y miseria de la Francia de finales del XVIII, era insostenible. Los gobernantes habían antepuesto, durante todo ese siglo, el honor y el prestigio nacional, embarcándose en estúpidas y sucesivas guerras, que no supusieron mayores glorias, pero si acabaron con los recursos económicos del país. Y como ya sabemos todos, cuando el Estado anda corto de fondos, independientemente de que hayan cometido o no una mala gestión, es el pueblo el que lo sufre en su estómago.
Hay quien asegura que la historia es lineal, en mi opinión eso no se sostiene. La razón que me lleva a considerar esta cuestión es que a pesar de que hayan pasado cuatro siglos, como en el caso de Hobbes, o más de veinticinco, como en el caso de los filósofos griegos, sus teorías siguen siendo perfectamente aplicables a la realidad actual, curioso pero cierto.  

martes, 5 de febrero de 2013

Périfas el amado

           Hasta la propia virtud que adorna al humano le puede conducir al desastre si no es debidamente controlada. El cosmos debe encontrar el equilibrio entre la energía positiva y negativa. La preponderancia de una de las dos energías sobre la otra conlleva la ruptura del equilibrio y la implantación del desorden. El desorden y el desconcierto entre el bien y el mal provocan la duda que precede a la tragedia.
Périfas fue uno de los primeros reyes atenienses. Un gran monarca, sin duda alguna, o eso creían sus súbditos, pues así se lo hacían sentir con el respeto y amor que le procesaban. Pero no siempre la lógica se impone a la sinrazón y esa admiración y respeto que suscitaba entre sus ciudadanos paradójicamente fue lo que a punto estuvo de dejarle sin vida; al igual que le ocurrió a Damocles con su espada, aquello que le otorgaba la fuerza y el orgullo se volvió contra él. Estuvo muy cerca de visitar los infiernos antes de tiempo y quedó transfigurado para toda la eternidad. Hay circunstancias y ocasiones en la vida que más le conviene a uno pasar desapercibido, pues llamar mucho la atención, y más si es para bien, suele provocar envidias entre los más poderosos.
El amor que sentía el pueblo de Atenas por su rey, de quien admiraban sus virtudes y justicia, les llevó a tributarle en vida los honores de la apoteosis. Para reconfortarle erigieron un magno templo en su honor y en cuyo frontispicio se podía leer claramente y con letras de oro la inscripción: A Zeus, Bienhechor y Conservador. Con este reconocimiento el pueblo le consagraba su amor y respeto y aseguraban perpetuarle en la eternidad.
Quiso Zeus tomarse la acción como una osadía y poseído por unos celos más propios del humano que del príncipe de los dioses, decidió exterminar a Périfas y toda su familia. El hecho de que un simple mortal fuese objeto de tales homenajes más propios de una deidad le parecía al padre del Olimpo inconcebible. Cierto hubiese sido el destino del bueno de Périfas de no haber intervenido Apolo en su favor. Le sonrió la fortuna al rey del Ática, quien salvó la vida por la mediación del dios de la luz. Logró persuadir Apolo a su padre para que desistiese de tal acción, pues le hizo ver que el ser amado por su propio pueblo no es motivo de semejante castigo, sino más bien de reconocimiento y orgullo. Consiguió conmover a Zeus, pero este no podía dejar pasar la situación impunemente, lo cual se pudiese haber tomado como una muestra de debilidad, así que concedió a Périfas un perdón relativo.  Zeus perdonó la vida del amado monarca pero quedó convertido en águila, ave majestuosa, portadora del rayo y consagrada al propio padre de los olímpicos.

sábado, 2 de febrero de 2013

Descréditos. Breve historia del sistema político español

Blasco Ibáñez narraba la intensa carrera de un joven aspirante a política en su novela Entre naranjos. En realidad, la trama central obedece más bien a un folletín amoroso en el que se entrecruzan destinos predeterminados y en el que ese joven, cuya aspiración más elevada pasaba por la de ocupar un escaño en las cortes madrileñas, era mero peón de los avatares y caprichos de las pasiones amorosas. Su romance con aquella estrella, algo apagada, del mundo lírico no llegó a buen puerto y, quizá por ello, dejó en nuestro protagonista un mal regusto que le acompañó a lo largo de su triste y oscura carrera política. Desde la tribuna de invitados, la mujer en cuestión, haciendo gala de esas bellezas imperecederas, observaba divertida la primera y ansiada intervención de nuestro hombre ante sus colegas parlamentarios. Discurso bien aprendido, pensado hasta el detalle y meditado hasta la saciedad.


Primera característica del sistema político español

Es necesario establecer un breve repaso, sumario y conciso, sobre la historia constitucional de España. Y no puede afirmarse que sea ésta democrática. Ni siquiera los últimos años tras el proceso de transición iniciado con la muerte del último dictador allá por el año 1975. Decimos bien al afirmar que la principal característica de esta historia es que es, ante todo, constitucional pero no democrática. Desde la entrada violenta y fogosa de España en la modernidad contemporánea, nuestro devenir histórico se ha establecido en base a los diferentes momentos constitucionales, alternados por generales y espadones en exceso autoritarios. Pero en esos doscientos años no se puede referir a ningún momento como democrático, excepto puntuales episodios embrionarios, meros ensayos en un “ver qué sucede”. La España moderna se acota en base a constituciones que pretenden regir los destinos universales de sus súbditos y sólo desaparecen tras procesos que suelen caracterizarse siempre como violentos. De hecho, estas constituciones, como la aún vigente, suelen ser extremadamente rígidas e inamovibles.

 
Segunda característica del sistema político español

Nuestro sistema político es endogámico, basado en una ordenación de tipo parental. Desde tiempos inmemoriales se han ido sucediendo las castas políticas que han ocupado el poder. Desde aquellas grandiosas familias terratenientes, poderosas y temibles, que ostentaban sus dominios a golpe de talonario en esa España rural e inculta del XIX, a las nuevas generaciones que se aferran con garras de acero a sus poltronas y atesoran las prebendas públicas, apenas hemos notado diferencias. De hecho, podríamos establecer complicadas genealogías políticas y mandatarias en las que los apellidos se cruzan y entrecruzan, y no dudan en atravesar una y otra vez el simplista y dual sistema político español.


Tercera característica del sistema político español

Ante todo, si algo define a la casta política española es la corrupción siempre presente. Es indiferente la procedencia o el color político; ni siquiera es un asunto que distinga cuestiones de género, raza o edad. La política española es corrupta por definición. Nunca prima el verdadero servicio público que debe determinar el quehacer diario del político por vocación; todo se mueve en torno a oscuros intereses económicos en lo que lo único que interesa es el beneficio personal. Los políticos españoles no dudan en enriquecerse de mil y una maneras. Parecen no contentarse con sus ya abultadas nóminas, dietas y demás prebendas derivadas de su cargo y precisan enlodarse hasta el cuello para tratar de arañar el oro del fondo del pozo de las tramas curruptas. Eso sí, siempre con nocturnidad y alevosía.  

Son ellos, los que se enriquecen, los que exigen a los demás, a los pauperizados electores, que se rasquen los bolsillos y que acepten los sufrimientos presentes y futuros en nombre de un estado del bienestar que ellos, los políticos, han dinamitado desde sus cimientos. Y el que no acepte con resignación e, incluso, agradecido, sufrirá la condena perpetua  a manos de los esbirros que atacan al pueblo en nombre de la jerarquía mal entendida y la superioridad mal asumida que otorga un uniforme sucio, indigno y vergonzante. En definitiva, esta es España.


Luis Pérez Armiño