miércoles, 31 de octubre de 2012

Bismarck. El resurgir de una potencia. Parte I

Alemania nace en un contexto histórico convulso, de revoluciones y cambios sociales que van a favorecer la unión de los disgregados estados del mundo germano. Una Francia de rumbo incierto y una Gran Bretaña volcada en su política imperial y al margen de los asuntos europeos, permitieron el resurgimiento del mundo germano.

Bismark es, a todos los efectos, una de las personalidades más apasionantes que un amante de la historia se puede encontrar. Manipulador, falto de escrúpulos y “temiblemente” inteligente, llevó a las últimas consecuencias la máxima del fin justifica los medios. Las prioridades de Bismarck seguían este riguroso orden: encumbrar su propia persona, la grandeza de los Hohenzollern y el esplendor de Prusia.

Convencido conservador, procedía de una familia de Junkers, pequeña aristocracia brandenburguesa. Como buen propietario, tenía entre sus intereses preservar sus posesiones y estatus, además de favorecer el engrandecimiento de su país. Había considerado la idea de una Alemania unida mediante las anexiones de los distintos estados, pero el devenir político le condujo por otro camino.

Cuando el 22 de septiembre de 1862 Otto von Bismarck es nombrado primer ministro de Prusia, se encuentra con una Alemania desunida y que no dista mucho de la situación imperante en la edad media. Un puzle de estados independientes, unidos por una frágil confederación liderada por Austria-Hungría. Confederación que a vistas de efecto carecía de poder real.

Con el tiempo se había conseguido constituir una unión aduanera, cuyo espíritu era el de protegerse mutuamente en las transacciones comerciales. La unión recibió el nombre de Zollverein y tenía como eje principal a Prusia. El Zollverein aglutinaba a la mayoría de los estados alemanes, pero con una excepción importante, Austria-Hungría. La unión aduanera permitió salir del atraso económico que arrastraban los estados alemanes y favoreció la industrialización prusiana. Esta era la base de la que se partía hacia la futura unidad alemana.

Bismarck consideraba a Austria, la gran potencia del marco germánico, como el mayor obstáculo en su camino hacia la unificación. El desarrollo industrial y la unificación alemana solo podrían entenderse a expensas de los austriacos, que no iban a permitir bajo ningún concepto "un nuevo gallo en su gallinero". El Canciller de Hierro tenía muy clara la estrategia a seguir, había que neutralizar a los austriacos, pero necesitaba aislarlos del resto de Europa si esperaba tener alguna opción de victoria. Contaba a favor de los prusianos el proceso de industrialización en el que se habían sumido. Austria, por el contrario, llevaba mucho tiempo en franca decadencia. Aún a pesar de ello, seguía siendo la potencia referente en el centro de Europa.

Bismarck puso en marcha su maquiavélico plan. Se ocupó de que el Zar de Rusia pensase que él era el único estadista dispuesto a ayudarle y que Prusia era un país amigo. El otro gran escollo en sus planes, la Francia de Napoleón III, también fue solventado con cierta facilidad, garantizándose el apoyo galo. En lo que respecta a Gran Bretaña, inmersa en su política imperial, no suponía obstáculo alguno. Bismarck tenía las manos libres para actuar.

La primera oportunidad para demostrar el poderío prusiano vendría con el conflicto de Schleswig-Holstein. Estos dos ducados pertenecían a la Corona danesa, aunque no había hecho efectivo ese derecho. Los ducados incluían una importante minoría de población alemana que ansiaba unirse a la Confederación Germánica. Cuando subió al trono Christian IX de Dinamarca informó de su intención de incorporar el Scheswig, con todos sus alemanes, a sus posesiones. La respuesta germana fue inmediata y Austria y Prusia se pusieron a la cabeza de la Confederación Germánica, obligando a Christian IX a ceder los dos ducados, que pasarían a ser controlados en conjunto por las dos potencias germanas. Bismarck deseaba que Austria no hubiese entrado en el conflicto de los ducados, pues su verdadera intención era la de anexionárselos.

La necesidad de desembarazarse de Austria era imperiosa para llevar a cabo la unificación y, como ya he anotado, se habían puesto las bases necesarias para aislarla del resto de las potencias. Bismarck había cautivado a Napoleón III, además Francia tenía serios conflictos internos, a lo que hay que sumar que parte del ejército se encontraba en tierras mexicanas. Las conversaciones con el recién fundado reino de Italia fueron orientadas a la cuestión de Venecia, en manos de Austria, y cuya soberanía reclamaba Italia. Los rusos, por su parte, tenían sus propios problemas y mucho resentimiento hacia Austria, derivado de la guerra de Crimea, además, Bismarck había causado buena sensación al Zar y contaba con el beneplácito de Rusia.

Con los estados alemanes, el Canciller utilizó el cinismo político que le caracterizaba y se presentó como un demócrata, proponiendo que la Confederación Germánica tuviese una cámara popular elegida por sufragio universal masculino, desacreditando de esta forma a la autoritaria Austria. Sabía de sobra que el pueblo alemán nunca se iba a congraciar con los capitalistas liberales, ni con las estructuras de gobierno existentes en los estados alemanes, ni mucho menos con los Habsburgo. Manipuló y utilizó la democracia por interés propio. Hay que reseñar que, como aristócrata conservador que era, sentía desprecio por los demócratas.

A Bismarck solo le restaba esperar el momento oportuno y se presentó a raíz de la disputa de los ducados de Schleswig-Holstein entre los estados alemanes. Austria pretendía llevar el asunto a la dieta federal alemana, pero Bismarck desacreditó a la dieta, acusó a los austriacos de agresión y ocupó el Holstein. Austria se alzaba en armas contra los prusianos y siguiendo los mismos designios, gran parte de los estados alemanes declaraban la guerra a Prusia.

La innovadora estrategia, la disciplina del ejército prusiano, el fusil de aguja, capaz de hacer cinco disparos por minuto, algo innovador en la época, el uso del ferrocarril y la genialidad de von Moltke, demostraron al mundo que había que tener en cuenta a Prusia. El ejército prusiano asestó un duro golpe a Austria en la batalla de Sadowa, el 3 de julio de 1866. Inmediatamente después, Prusia se encargaba de aniquilar la resistencia del resto de estados hostiles. Siete semanas bastaron para destruir, de forma definitiva, el poder de los Habsburgo. Prusia se convertía en la gran potencia dentro del marco germano.

En un acto de destreza, Bismarck se encargó de agilizar la firma del tratado de paz, queriendo restar importancia al asunto de cara al resto de Europa y dando a entender que se había tratado de un simple disentimiento entre alemanes. Pero con “este pequeño disentimiento”, Prusia había extendido sus fronteras de forma considerable a expensas de Schleswig-Holstein, Nassau, Hesse-Cassel y la ciudad libre de Francfort, que fueron anexionadas por Bismarck. La Confederación Germánica quedaba disuelta. En el año de 1867 se organizó la Confederación Alemana del Norte que reunía, bajo directrices prusianas, a otros veintiún estados más. Quedaron excluidos de la Confederación los estados al sur del río Main.

La recién constituida Confederación Alemana del Norte contaba con un presidente, el Káiser Guillermo I de Hohenzollern, y un canciller, Otto von Bismarck, que eran asesorados por un Consejo formado por los gobernantes del resto de estados. El parlamento o cámara baja, el Reichstag, era elegido por sufragio universal masculino y en él quedaba representada la población. Se contaba también con una cámara alta en representación de los estados. Es importante señalar que ahora existía un gobierno centralizado que controlaba el comercio y la moneda, además de dirigir tanto la política exterior como el ejército.  Los dominios de la Confederación Alemana del Norte aglutinaban a más de veinticinco millones de habitantes. Cuando Europa quiso darse cuenta, el poder de Prusia era más que respetable.

martes, 30 de octubre de 2012

¿Dónde estás?, ya no te veo



No pudiendo sostener más su indignación Logorbe se dirigió al templo. Un templo que desde hacía mucho tiempo le era desconocido. Se había resistido a volver a pisar aquel suelo que no consideraba sagrado, sino más bien un refugio de hipócritas y mal intencionados que expiaban sin mucho tesón sus culpas. Frente al altar miró cara a cara a la diosa y con mirada desafiante exclamó:
-¿Qué han hecho de ti? Convertida en letrado de analfabetos y feudo de ignorantes. Recurso desesperado de aquellos que no afrontan adversidades. Te han transformado en comercio de sucios y en salvación de cobardes. De ti beben los que están vacíos, los atormentados por su conciencia. Te has dejado arrastrar al manantial de la mentira y te erigiste  el  estandarte de la inmundicia.
No entiendo en qué estabas pensando. Han envenenado de tal manera tu nombre que, solo pronunciarlo, ostenta muerte. Deja de enmascarar al tirano, de dar cobijo a cuentistas y trovadores oscuros.  ¡Haz algo ya! ¡Despierta!, ¿no te das cuenta que de ti hace vida el golfo y tesoro el usurero? Transformada quedas en manceba de lascivos. Tu imagen es motivo de culto, pues en ella halla el amparo la codicia del mentiroso. Lograste que te convencieran de sus sucios sueños y en ellos resides ahora. Te mudaste con engaños y quedaste atrapada en aquello que en algún momento odiaste. Quedas reflejada en el comercio del avaro, en el azote del pobre, en la justicia del injusto. Sin embargo, y a pesar de todos los males expuestos, no te oigo llorar.
Solo te pido que escuches a los que no gritan, aquellos que son callados y a los que ya no dicen nada. Escúchalos a todos ellos, porque todos merecen ser escuchados.
A mi me perdiste hace mucho tiempo, mas rencor no te guardo y por eso te advierto que consideres la antigua Ley y expulses al abyecto.-
Dicho esto se alejó con lentitud. Tenía la sensación de no haber logrado nada, pues sabía que no era suficiente la palabra de un insignificante mortal para conmover a Temis. Pero lo cierto es que el sabido fracaso de antemano en su misión no podía ocultar el sentimiento de paz y sosiego que le invadía por dentro.

domingo, 28 de octubre de 2012

Historia del gafe



Una partida de caza es un asunto peligroso. Hay que manejar con gran precaución las armas y prever las posibles incidencias derivadas de su uso alocado e inconsciente. El saber popular ya lo tenía en cuenta cuando afirmaba con gran razón aquello de “…las armas las carga el diablo”, frase que ha acompañado tantas infancias tuteladas por previsoras madres. La historia está repleta de momentos fatídicos derivados de la actividad cinegética. Incluso, podríamos hacer un breve y somero repaso a la trayectoria de nuestra querida dinastía reinante para comprobar la peligrosidad del armamento en las manos inapropiadas y en el momento justo. La caza se ha convertido en muchas ocasiones a lo largo del relato histórico en el ocasión oportuna para dirimir altas cuestiones políticas y dinásticas demostrando aquella afirmación tan bella como cierta de “Homo homini lupus est”, latinejo debido a Plauto muy propio de antiguas lecciones escolares que podría traducirse por “el hombre es un lobo para el hombre”.

La peligrosidad cinegética es una constante. De hecho, si ahora el peligro se traduce en la escasa pericia del compañero de caza, en la antigüedad los riesgos derivaban de la propia bestia a la que se pretendía dar caza. La cueva de Shanidar, en el actual Irán, nos ha dejado un importante vestigio de los sufrimientos y penalidades que nuestros antepasados debían sufrir para llevarse un insignificante trozo de mamut, uro o lo que fuese, a la boca.

Dentro de toda la riqueza arqueológica que ha deparado la cueva, la exhumación de un enterramiento particular ha despertado un acalorado interés. No tanto por la demostración más que evidente de la capacidad simbólica de esos parientes lejanos que se han perdido en el inexorable tiempo bajo la acuciante crueldad de la naturaleza y sus recurrentes extinciones. Más bien, toda la atención se centra en el propio individuo enterrado.

¡Estamos ante el primer gafe y desgraciado demostrado científicamente de la historia! Según los análisis efectuados sobre los restos óseos, este pobre neandertal responde a lo que en la actualidad consideraríamos como un verdadero piltrafilla. Probablemente sufriría una sordera considerable; para más inri, por algún motivo extraño, quizás una peligrosa partida de caza, había recibido un brutal golpe en la cabeza que le había deformado el rostro; esta cuestión tan antiestética no tendría mayor importancia que la repugnancia, en mayor o menor grado, que causaría a sus vecinos y compañeros si no fuese porque además le provocó la perdida de la visión en un ojo; pero además, producto del brutal golpe, su cerebro se vio afectado, lo que le provocó la atrofia de toda la parte derecha de su cuerpo con un brazo inutilizado y una pierna renqueante; los huesos de su pierna mostraban una dolorosa ruptura múltiple; por último, y por no ensañarnos más con este pobre individuo, se le amputó el brazo a la altura del codo. En definitiva, estaba hecho todo un cromo. Continuando con los resultados de las investigaciones realizadas con motivos de este fascinante descubrimiento, los arqueólogos consideran que el individuo en cuestión falleció con 40 años, edad muy avanzada para el momento, y habría contribuido a su grupo mediante el trabajo de pieles o alguna actividad similar, incapacitado como estaba para la caza.

Sin embargo, en toda esta historia lo más sorprendente es que un individuo incapacitado, escasamente productivo, al menos en aquellas tareas de más enjundia y complejidad, las que aportaban mayores recursos al grupo, haya podido sobrevivir. Todos los investigadores parecen estar de acuerdo en que funcionaría algún sistema o mecanismo de solidaridad grupal que permitiría mantener a nuestro personaje y asegurarle una larga existencia. Una curiosa lección extraída hace miles de años que hoy nos quieren hacer creer cada vez más lejana.

Luis Pérez Armiño

sábado, 27 de octubre de 2012

Historia ficticia de una extinción



A pesar de lo que el título pueda indicar,  no sería extraño que estuviésemos ante un relato tan real como la vida misma. Y como decíamos en algún momento anterior, no debemos ni podemos olvidar que el hombre es un lobo para el hombre. No quiero imaginarme lo que puede llegar a ser respecto a otro ser humano que, encima, tenga evidentes rasgos fisiológicos distintivos que le hagan especialmente peculiar a nuestra concepción de lo que debe ser “humano”.

Recientemente, el pasado 27 de julio, la agencia Europa Press difundía la noticia sobre la participación de investigadores del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira en un proyecto que trataba de dilucidar cuestiones cronológicas relativas a la presencia de poblaciones de neandertales en la península Ibérica. Según las dataciones obtenidas mediante un complejísimo y moderno procedimiento de análisis de carbono catorce mediante la aplicación de la técnica de ultrafiltración, lo que permite disminuir considerablemente las posibilidades de contaminación de la muestra, las cronologías asociadas al neandertal en nuestro territorio han variado. Es decir, estos individuos desaparecieron antes de lo que se consideraba hasta el momento, prácticamente cuando hacían acto de presencia los primeros seres modernos en nuestro escenario. De todas estas afirmaciones, una de las primeras conclusiones extraídas por los investigadores es la relativa al acortamiento del periodo de convivencia entre neandertales y sapiens sapiens. Todos son nuevos datos que tratan de arrojar luz sobre uno de los puntos más controvertidos que en la actualidad todavía persisten en la ciencia prehistórica: qué ocurrió con los neandertales.

Son muchas y variadas, en algún punto disparatadas, las hipótesis planteadas por los científicos, arqueólogos, antropólogos y prehistoriadores, sobre el enigma neandertal. Para unos, los grupos poblacionales neandertales fueron masacrados cruelmente en una guerra entre especies por los recién llegados sapiens sapiens que disponían de una mayor capacidad destructiva debido al empleo de herramientas y armas más sofisticadas que las empleadas por los pobladores neandertales. Incluso, algunos visionarios afirman que la capacidad simbólica del sapiens sapiens frente a un tosco neandertal se convertiría en un instrumento adaptativo de primer orden que permitiría la supervivencia del hombre moderno y la extinción del neandertal en dura competencia por los recursos de un mismo ecosistema. Con cierto tinte fantasioso y más cercano al género literario, hay quien sostiene que la capacidad para el engaño y la mentira del homo sapiens sapiens fue crucial para acabar con los ingenuos neandertales. Y, por último, se estima como probable una posible fusión entre ambas poblaciones (algún resto “híbrido” se ha recuperado no sin cierta polémica) de tal manera que el “gen neandertal” se haya diluido progresivamente y todos tengamos un pequeño neandertal en nuestro interior.

De todas estas teorías y otras muchas que circulan en círculos académicos y sobre todo en los profanos, hay una que me parece especialmente plausible y convincente teniendo en cuenta la bondad que caracteriza a nuestra naturaleza humana. Sin duda, considero como la más acertada aquella que se refiere al cruel exterminio del neandertal a manos de sedientos, sanguinarios y crueles hombres modernos, extranjeros que se atrevían a profanar los territorios que antes habían pertenecido al neandertal y a pasar a cuchillo de pedernal a todos aquellos extraños seres, deformes, contrahechos y obscenos a sus ojos. Las imágenes de rapiñas, violaciones, muerte y destrucción acompañarían la noble marcha de nuestros antiguos congéneres, ocupando hábitats y ecosistemas que antes habían sido explotados por aquellos animales inhumanos tan parecidos a nosotros. Sin duda, podría tratarse de uno de los ejemplos más viles y mezquinos de un genocidio premeditado y cuidadosamente planeado para ser ejecutado de forma brutal, sin piedad.

¿Por qué no? El ser humano se ha caracterizado a lo largo de su historia por la eliminación y aniquilación del prójimo. Durante cientos de años, los pueblos se han lanzado a guerrear contra otros pueblos con el único objetivo de eliminarlos de la faz de la tierra. En algunos casos, un visionario ha mandado a sus huestes a masacrar al otro por ser diferente en algún rasgo racial, diferencia sin fundamento científico ninguno, o por el mero hecho de ser eso precisamente, el otro. No sería extraño pues que aquel antepasado nuestro, esos primeros hombres modernos que empezaron a poblar la fría Europa, viesen con sumo desagrado y repulsa a aquellos seres en cierto punto simiescos, con ese parecido tan inquietante y perturbador. Conociendo el espíritu humano, puede que con toda seguridad se lanzasen a su exterminio sin pensárselo dos veces.

Al fin y al cabo, por muy sapiens sapiens que sean, son seres humanos.

Luis Pérez Armiño


La grandeza del ser humano reside en acometer estoicamente las bofetadas que nos llegan de la sociedad sin perder la indiosincrasia. No es moco de pavo, pues vivir en esta sociedad y no salir contaminado de ella solo se lo puede permitir alguien con las ideas "demasiado claras". Más grande sería cambiar el trayecto...

Este es el auténtico espíritu de "El ostracismo de Caronte" , escapar de la falsa realidad humana. No condicionar nuestro pensamiento, sino que al contrario, con nuestro pensamiento condicionar nuestra realidad.

Buen fin de semana caronteros.

jueves, 25 de octubre de 2012

Letravio y su interpretación del mito de la caverna



El conocimiento es un extraño que espera con calma, pues no es la presteza lo que le ha de guiar su naturaleza. El hombre demora el encuentro, mas en el camino queda entretenido con la banalidad.

Poca duda me queda del origen de la ira divina. Desde un principio el hombre extravió el camino. Se esperaba mucho de él, pero renunció a todo aquello que no habría de proporcionarle la felicidad inmediata. Relegó todo aquello que conllevara esfuerzo y no se obtuviera una recompensa tangible. El muy necio quedó atrapado en el mundo material y en él creyó hallar el poder. Se negó la sabiduría y se hizo indigno de los dioses. Quizás sea Platón, en su alegoría de la caverna, quién mejor describa este hecho.
Explicaba Platón que alguien que solo ha visto la sombra del objeto y le han dicho que es el propio objeto, tiene por verídica esta información. El filósofo proponía la cuestión desde una perspectiva explícita. Había un grupo de hombres encadenados de cara a la pared del fondo de una gruta, tras ellos un muro, posteriormente una hoguera y al fondo la salida al mundo del color. Sobre el muro transitan distintos seres, proyectándose su sombra por efecto de la luz de la hoguera contra la pared. Eso es lo que perciben visualmente los encadenados, una sombra, y siendo lo único que han visto lo toman como verdadero. La realidad válida es aquella que les es sensible a sus sentidos, en este caso la vista. Si alguien les dijera que esa realidad es quimérica, pues liberándose de las cadenas y acometiendo el camino de salida de la gruta descubrirían un escenario de color, le tomarían por loco.
Si quedase uno de los hombres libre de las cadenas y fuese obligado a darse la vuelta distinguiría aquellas sombras desde otra perspectiva. Según avanzara hacia el exterior vería con mayor nitidez las figuras, la hoguera y por último, al fondo, la luz solar entrando por la boca de la cueva. Pero ese camino debería de hacerlo lentamente, pues es abrupto y escarpado. Aunque se pudiera, de nada serviría correr a la salida y lo único que provocaría es la ceguera, pues los ojos no estarían preparados para recibir la intensidad luminosa de los rayos del sol. Es un camino que debe hacerse lentamente, pero consolidando el avance. El hombre se percataría entonces de que aquellas sombras que había visto toda su vida no son más que falsas extensiones de la realidad y a la luz de la hoguera observaría la fisionomía de la verdadera figura. Mas la insuficiente luminaria de la hoguera no dejaría de dar una mera impresión de la realidad, para conocerla a fondo se hace necesario salir de la caverna. En el exterior espera el verdadero mundo de color, de formas, todo un mundo de policromía que mostraría la belleza del cosmos. Vería los ríos, los árboles, los lagos, las montañas y vería el sol.
El hombre que ha conocido la verdad, el mundo de las ideas y la razón, se vuelve a adentrar en la caverna para liberar a sus compañeros y enseñarles el exterior, pero es tomado por loco al intentar explicarles todo lo que ha visto. Ante aquella desaforada insistencia de mostrarles todo aquello que había percibido, el resto de compañeros le amenazan con matarlo si les libera, pues no querían conocer más razón que la presente. Este hombre es considerado por Platón como el filósofo, aquel que conoce la verdad y debe transmitirla. Su misión es acabar con las cadenas de la ignorancia que atan al resto de los humanos y que tan a gusto se encuentran sujetos a ellas. 
Esta alegoría explica muy bien cuál era la misión que se me había encargado. La dura misión de conducir a los hombres por el camino correcto. Pero… ¿tengo el suficiente poder de persuasión para quitarles las cadenas de oro que les atrapan y les hacen sentir poderosos? ¿Soy suficientemente capaz para convencerles qué ese dios que ven proyectado es falso? Cómo se convence a alguien que un mundo que cree perfecto, a pesar del hambre, miseria e injusticias que muchos padecen, es equivocado y le va a condenar a la destrucción. Quién tiene suficiente fuerza para tan magna epopeya…