sábado, 30 de junio de 2012

Cuestiones en torno a la estupidez humana


Es posible que sea mejor emplear el término “torpeza” al referirnos a la ineptitud de la especie humana para valerse por sí misma. Sin embargo, creo que el término “torpe” no tiene la misma sonoridad que el de “estúpido”, ni implica el suficiente grado de incapacidad de la persona para desarrollarse como tal. Efectivamente, el ser humano es un ser estúpido que posee numerosas capacidades deficientes para su supervivencia en el medio ambiente. Con todo ese gran listado de cualidades imperfectas, aún y todo, ha sido capaz de convertirse en el “amo” de la creación hasta el punto de considerarse con el suficiente derecho como para destrozarlo a su antojo. Otra muestra más de la estupidez humana: un largo proceso evolutivo que se ha prolongado durante cientos de miles de años cuyo único objetivo potencial, por el momento y teniendo en cuenta los precedentes, es la autodestrucción.

Puede ser que uno de los aspectos o agentes definitorios del ser humano respecto a otras especies animales es que somos capaces de demostrar nuestra estupidez a primeras de cambio. Además, la estupidez contiene en sí misma una propiedad de encadenamiento que posibilita que cualquier majadería fruto de la evolución humana sea capaz de generar otra del mismo grado o superior a aquella. Esta sucesión o concatenación de tonterías humanas puede multiplicarse ad infinitum.

Nuestro primer factor de estupidez humana surge con nosotros mismos y nos acompaña desde nuestra más tierna infancia. Es nuestra posición bípeda la que condiciona un canal del parto especialmente estrecho en la población femenina. Es decir, al adoptar la posición erguida el “reordenamiento” del sistema óseo y demás casquería propia del cuerpo provocan una reducción de la capacidad “de paso” del canal del parto. Evidentemente, la naturaleza, en sus sabios designios, solucionó el desaguisado provocado por la propensión humana a caminar de pie, ya sea para otear mejor la procelosa sabana africana o por lo qué sea en última instancia lo que nos llevó a abandonar el árbol y aventurarnos en tierra firme. La solución es simple: el periodo de gestación de nuestras crías se acorta considerablemente; de esta manera, al nacer, el no formado cráneo del bebé puede adaptarse al paso por el estrecho camino que le llevará a la luz. De ahí esa extraña forma de las cabecitas de las crías humanas.

Si la solución parecía ingeniosa, no estaba exenta de problemas. Al precipitarse el periodo de gestación la cría humana, homínida o pre – homínida según el periodo en cuestión, veía la luz del sol más pronto de lo que debería. En otras palabras, el bollo no había pasado suficiente tiempo en el horno y el proceso de formación del feto no se había completado (si esto pasase, el cráneo ya formado del niño o niña en cuestión no pasaría por el canal del parto). En definitiva, el recién nacido homínido era arrojado al caluroso suelo de la sabana africana sin defensa alguna posible. La única respuesta que la evolución humana fue capaz de ofrecer consistía en la formación de una familia en la que la hembra de la especie contaría con la protección del macho (o viceversa) y el bebé pre – homínido, homínido o humano en cuestión podría ser criado sin miedo a ser plato tierno de alguno de los salvajes animales que por entonces campaban a sus anchas por la sabana.

Nacía así esa institución tan arraigada en cualquier cultura humana: la familia. Pues bien, evidentemente ante la solución planteada al problema de la cría sin formar que a su vez era producto de una gestación insuficiente concebida para poder resolver el entuerto derivado de la bipedestación, la familia pronto se iba a encontrar en peligro. De ahí a la sociedad, al trabajo mal remunerado en el mejor de los casos, a las hipotecas basura y a la prima de riesgo, hay un paso. Triste pero cierto, la estupidez humana es la verdadera clave evolutiva.
Luis Pérez Armiño

jueves, 28 de junio de 2012

La rendición de Breda, 1635, de Velázquez

La rendición de Breda (detalle), 1635, de Velázquez
Museo del Prado - Fuente
En las grandes dimensiones de esta genial escena de historia, Velázquez (1599 - 1660) es capaz de aunar todos los esfuerzos que ejemplifican su brillante carrera pictórica, dando lugar a una de las más auténticas instantáneas que resumen la España del setecientos, ese país complicado y contradictorio que luchaba por mantener a flote glorias que se anegaban en los lodos de arcaicos sueños imperiales que trataban de subyugar física y espiritualmente a una Europa que emprendía con esperanza el camino hacia nuevas modernidades que la monarquía hispánica no llegaba a comprender. Y en el panorama sombrío que suele suceder a la batalla, surgiendo entre las columnas de humo que enturbiaban los campos de Europa, convertidos en escenarios de cruentas e interminables guerras, surge la falsa esperanza en forma de la compasión y la clemencia más grandiosa y elocuente. 

La rendición de Breda (detalle), 1635, de Velázquez
Museo del Prado - Fuente
Mientras Europa convulsionaba y ardía en llamas, en España, el rey Felipe IV (1605 – 1665), asistido y manejado por su valido el conde – duque de Olivares, ponía todo su empeño en su gran empresa artística: el palacio del Buen Retiro, una villa de recreo proyectada en Madrid para el asueto del monarca. En todo el entramado artístico, el llamado Salón de Reinos jugaba un papel fundamental: era el espacio central en torno al cual debía gravitar simbólicamente todo el imperio español que extendía sus dominios territoriales desde las grandes extensiones americanas a las islas Filipinas y mantenía sometida a gran parte de Europa gracias la fuerza de sus gloriosos ejércitos. El Salón de Reinos se había proyectado como un espacio de poder que debía ser narrado en forma de alegoría de fácil lectura en torno a un cuidado programa pictórico decorativo: los Trabajos de Hércules, encomendados al sevillano Zurbarán, hablaban del mítico origen de los Austrias españoles que enlazaba con el héroe por antonomasia del mundo clásico; las representaciones de los escudos de los diferentes reinos sobre los que el rey de España mantenía su poder hacían referencia a su Imperio territorial; y los cuadros de grandes victorias históricas debían de servir de efectiva propaganda para una monarquía cada vez más incapaz de sustentar su poder en Europa.

En esta última empresa se vieron envueltos algunos de los mejores pintores del momento, y entre ellos, el más genial: Velázquez (Brown, J. y Elliot, J.H. 1988: Un palacio para el rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe IV. Revista de Occidente. Alianza Editorial. Madrid) 

Velázquez era uno de los pintores predilectos de Felipe IV. Y La rendición de Breda serviría para demostrar sus enormes cualidades. Muchas veces criticado por sus contemporáneos por no dedicarse al cuadro de historia, considerado el género por excelencia en el arte de la pintura, Las lanzas representaría la capacidad del sevillano con este género confirmando su maestría por encima de todos sus colegas. Él mismo sabía de su valía y, como bien señala Javier Portus (2004, Velázquez. Los grandes genios del arte. Biblioteca El Mundo, Madrid), se permite el lujo de representar un pequeño trozo de papel en la esquina inferior de la derecha del cuadro. Un papel reservado para una firma que nunca plasmó, porque sabía que su genialidad sería tal que la simple contemplación del cuadro bastaría para adivinar la autoría del mismo.

La rendición de Breda (detalle), 1635, de Velázquez
Museo del Prado - Fuente
La rendición de Breda fue un episodio esporádico de importancia efímera, ya que la ciudad cayó definitivamente en mano de los holandeses en 1639. El enclave se rendía en junio de 1625 después de un largo asedio de las tropas españolas. Las duras condiciones para sitiados y sitiadores facilitaron una paz de ventajosas condiciones para los holandeses que, sin embargo, en España fue vendida como una muestra más de la clemencia y la magnificencia del gran monarca Felipe IV. Velázquez captó el momento exacto en que el general genovés Spínola, al servicio del rey español, se apresura a impedir el gesto de humillación de Justino de Nassau. Los dos generales se encuentran a la misma altura, obviando las habituales representaciones de humillaciones y soberbias militares tan frecuentes en la pintura del siglo XVII. El pintor español se complace, sin embargo, en ese calmado momento de cordialidad entre los dos enemigos primando la caballerosidad sobre la violencia del conflicto. Y en el fondo sólo trataba de servir a su principal mecenas, Felipe, retratando a través de la escena su gran clemencia y su capacidad como gobernante en la paz como estratega victorioso en la guerra.

Es un guiño espontáneo que resume la esencia de una guerra disfrazada de elegancia y caballerosidad entendida sólo para los grandes. Hasta en la guerra existen las clases. Las tropas frente a frente, ajenas al gesto honorable de dos generales hasta el momento enemigos, acaban de abandonar el lodo, el hambre, la enfermedad y el pánico a una muerte siempre cercana y demasiado probable. Empezaba una nueva era en la que esos gestos ya no tendrían cabida y la guerra se mostraría tal cual, como ese joven holandés que hunde su rostro en el pecho quizá apesadumbrado por el horror de la contienda de la que se ha sido protagonista, o la del primer personaje que desde el lado izquierdo del lienzo mira al espectador mostrando con toda su crudeza el rostro de quien ha sufrido la barbaridad de la guerra, con esa mirada perdida que sólo tienen los que se han atrevido a ser compañeros de viaje de la guerra, del dolor y de la muerte en su forma más dramática.

Luis Pérez Armiño











Con ella

Su forma de querer, de mirarla, de sentir ternura por ella. La pasión, el deseo, el sentimiento mutuo de respeto, lograba cauterizar el tiempo, convirtiendo cada momento en sagrado. En sus ojos podía percibirse una ternura brava, salvaje y pura, un sentimiento que estaba por encima de lo normal, de lo conocido, de la muerte y la vida. Habían logrado convertir al resto de los enamorados en paladines de la intrascendente frivolidad.

Desde que la había conocido su vida cambió. Donde antes se alojaban los rencores y el odio, ahora se albergaba la esperanza. Era tal su sensibilidad hacia ella, que lograba acariciarle el alma. ¿Quién puede decir que ama tanto otra vida como la suya propia? Incluso esto era sobrepasado, pues por más de diez vidas que tuviere, estaba convencido que, jamás se equiparasen a diez minutos de vida de su amada.

No llores más, pues, en el mundo, ya hay demasiada agua salada. Pensaba en silencio viendo caer la lágrima, buscando con más arrojo que lógica, la forma de no volver a ver más la tristeza en su cara. Nunca jamás había sentido amor por alguien, no había conocido la dicha, ni la felicidad. Invadido por tales sentimientos, dejaba que brotaran y creciesen, que se apoderasen de él.  

La vida es caprichosa, muchas veces malvada, nos pone a prueba de forma injustificada. Cinco noches de vela y un estado de depresión, de desesperanza, con capítulos de esquizofrenia, fueron necesarios para desactivar aquella máquina, a ello le siguió un fuerte sonido seco, y luego… el silencio.

miércoles, 27 de junio de 2012

Ideas confundidas


Siempre he tenido claro que hay dos conceptos que nunca se deben de confundir, la política y el fútbol. La política hay que entenderla, bueno la política no hay que entenderla de ninguna forma, unicamente se padece y el fútbol simple y llanamente hay que asimilarlo como un entretenimiento. Por desgracia uno y otro van de la mano y prácticamente cuando hablas de un equipo sale por defecto el comentario de estos hinchas son fachas o estos son comunistas, estos nacionalistas,... Cada hinchada, queda claro que no me refiero al padre que lleva a su hijo a ver el partido, se posiciona políticamente llevando la postura adoptada hacia los extremos, cuanto más mejor, porque les abre un inmenso campo de acción para diferenciarse del resto. Es decir, adquirir su propia idiosincrasia que no podría concebirse bajo posturas moderadas.

Así encontramos los aficionados de ultra derecha, de ultra derecha nacionalista, nacionalistas de izquierdas o de ultra izquierda. Cada una de estas hinchadas tienen sus propios rasgos diferenciales, pero todas con un rasgo en común, un exacerbado posicionamiento político que canalizan a través del fútbol. Lo que resulta curioso es que en ocasiones estos grupos se encuentran refrendados por los propios dirigentes del club deportivo. Lo que da que pensar acerca del poder y peso específico que los hinchas ultras tienen dentro de sus respectivos equipos.

Pero el mundo del fútbol va más allá. Al margen de hinchadas radicales o ideas políticas, el deporte rey destapa unas pasiones difíciles de entender por aquellos que no gustan de este espectáculo. Yo he llegado a presenciar como dos personas llegaban a las manos simplemente porque no se ponían de acuerdo acerca de si tal jugada era penalti o no. Y es que tocar el tema del fútbol puede resultar delicado en ocasiones. Incluso estoy por asegurar que entre que le ponga los cuernos su mujer y el título de liga para su equipo, muchos eligen la segunda opción.

En ocasiones me he planteado la hipótesis del fútbol como una mera herramienta al servicio del poder. Tú vida es una mierda, no tienes recursos económicos, te putean continuamente con más gastos que no puedes afrontar, estás al borde de la desesperación y el caos mental, pues nada, a ver un “partidito”. El fútbol es totalmente terapéutico y eso lo conoce de sobra el poder. Que tienes al país al pie de la revolución, pues un par de partidos de la selección y que griten un poco, despotriquen contra el árbitro, que canten, etc., y ¡listo!, auténtica mano de santo. Al día siguiente tendrás a la población desfogada, eufórica si se ha ganado y sobre todo con muchas menos ganas de protestar, pues la furia ya se canalizó el día anterior. Esto funciona de verdad y no es nada nuevo, los romanos ya utilizaban el espectáculo para reconducir la ira del pueblo hacia otros derroteros.

Lo cierto es que no pretendo ser cenizo, ni quitar ilusiones a nadie, pero el fútbol es lo que es, un pasatiempo. Está bien disfrutar del espectáculo pero sin implicarse demasiado, todo en exceso es malo. Sobre todo saber diferenciar los distintos aspectos de nuestra vida. Que el fútbol nos haga olvidar por un momento nuestra penosa realidad no significa que esta no vuelva al terminar el partido. El otro día, tras el España-Francia, me crucé con un grupo de chicos ataviados con “la roja”. Iban ebrios de felicidad gritando -¡somos mejores que los franceses!, ¡ganamos a los gabachos!-, y cosas por el estilo y realmente pensaban así, por un simple partido. Entonces me invadió un sentimiento de pesimismo y no pude por menos que preguntarme ¿en qué?

martes, 26 de junio de 2012

¿Quién soy yo para decir lo contrario?

Conocida la existencia entre los eruditos del lugar de un necio entregado fielmente a su simpleza, base de su felicidad, cuyo absurdo atrajo la curiosidad de los notables. Se preguntaban dónde estaba el límite de las “entendederas humanas”, cuál era el confín cognoscitivo de un mentecato. Nunca habían meditado desde su infinito conocimiento sobre la causa que lleva a una persona a distorsionar tan grotescamente la realidad. El sabio Peneas, hombre docto y respetado por todos, sugirió la posibilidad de que si se le explicaba ciertos criterios en un idioma que fuera descifrable por “el pobre diablo” lograría aleccionarle sobre la realidad de las cosas, abrirle un mundo de posibilidades, una nueva dimensión. Se encendió así un debate acalorado sobre el límite de la razón humana.

Convencido Peneas que la sabiduría siempre ha de imponerse a la incoherencia, se armó caballero de la verdad y maestro de la vida y se montó en su infinita sabiduría para enfrentarse, en su siniestra morada de sandez, a Solfón, campeón entre los necios. Profeta en tierra ajena enumeraba mentalmente, con esa presteza que otorga la convicción, un sinfín de razones que podía esgrimir contra el idiota para abrirle las entendederas.

No le fue difícil encontrar a Solfón pues era hombre popular y moraba siempre por los mismos lares. Plantado ante él, Peneas distinguió a un hombrecito sucio y desaliñado. Preguntó entonces el notable al necio sobre su día a día, sobre su modo y filosofía. Deseaba enmendar la simpleza de ese hombre como fuese. Cuando Solfón le expuso, con una increíble brevedad, la naturaleza de su ser, Peneas quedó asombrado de la falta de espíritu de ese hombre y su necesidad de discernimiento. Le intentó explicar que la verdad se obtiene con la sabiduría y que había que cultivar la mente para ser un gran hombre. Peneas hablaba y hablaba, pero lo que empezó con diálogo terminó en soliloquio. La cara de Solfón era un poema. Por un lado podía verse que entendía a tramos el discurso del Maestro. Por otro lado se hacía palpable el poco interés por alumbrarse con las doctas palabras. Peneas porfiaba sin encontrar audiencia a su discurso. Demasiado esfuerzo para nada, pensaba Solfón.

Ante las acometidas de Peneas, Solfón esgrimía una y otra vez la misma entonada que acrecentaba la ira y frustración del erudito. Mantenía el bobo que no aspiraba a más que a un buen trozo de queso, vino y cohabitar de vez en cuando con alguna dama. “Esa verdad” que le contaba no la necesitaba para nada porque ni se comía, ni se…, vaya, lo dicho, que no la encontraba utilidad para nada. No entendía de conocimientos, ni de verdades, ni de sabiduría y estaba encantado con esa vida a la que solo imploraba continuidad.

La falta de ambición de Solfón, su conformismo, y lo peor de todo, su ausencia de interés absoluta se clavaba en lo más profundo del ego de Peneas, encolerizándole hasta hacerle perder el porte por momentos. No entendía que alguien careciera de ilusiones, ni tuviera valores, ni nada de nada. No era más que un esclavo de sus necesidades biológicas, un animal. Se acaloraba intentando explicar al simplón que el ser humano está en la tierra para algo más que comer y beber. Hay que desarrollar el conocimiento, repetía una y otra vez. Pero volvía a estrellarse contra la indiferencia de necio. Así, después de un buen rato intentando aleccionar a su cada vez más abstraído pupilo le sobrevino los cuatro males: insuficiencia, desesperación, menosprecio e impotencia. El mundo se le vino encima y estalló en ira, gritando, gesticulando violentamente, amenazando e insultando al perplejo idiota.

No poco fue el tiempo que duró la rabieta del obcecado sabio en su intento por abrir la mente del necio. Este último seguía en su tesitura de no mostrar interés alguno por los planteamientos de su interlocutor. Pero si le abrazó la perplejidad al ver la disposición del encolerizado “Maestro”, al que muy de vez en cuando lograba entender en su farfullo alguna palabra aislada como estúpido, ignorante y cabezón. Cuando al fin se calmó Peneas el necio tranquilo e inmutable le comentó:

-He oído que cuando se alimenta el alma con la verdad uno acaba sufriendo ¿Por qué razón tengo que adquirir esa verdad y pagarla con mi preciado tiempo y mi sufrimiento? Tú dices que mi realidad es falsa e ignorante, mas con ello no hago daño a nadie y soy feliz. Pero no te vayas de vacío sabio Peneas, pues de ti hoy he aprendido una valiosa lección. Has conseguido que ame todavía más mi libertad ya que he visto la furia en tus palabras. La tuya es una verdad  infeliz, incomprensiva, intolerante e impositiva, pero sobre todo fea, muy fea. Poco me quieres Peneas que me ofreces esa casquivana verdad que necesita ser poseída por otros para que tú también la poseas. Yo por el contrario no te doy eso que llamas ignorancia, mi bien más preciado, pues no necesita de nadie más, me hace muy feliz y no la quiero compartir. Vive tu vida Peneas y deja vivir al resto. Si te pones a pensar, y por lo que dices lo haces bien, tú eres el que no ves más allá de una verdad que te aísla y te niega a tus semejantes. Te deseo que se te cumpla tu objetivo, pues de no hacerlo habrás tirado tu vida en vano. Eso es todo lo que queda por decirnos.

Volvió con el rabo entre las piernas a su hogar y cuando el resto de sabios preguntaron si se había conseguido abrir los ojos al necio, Peneas contestó con aplomo: -Sí, si que consiguió abrírmelos, pues aprendí que no hay quien eche una mano a quien no se la quiere dejar echar, que la simpleza oculta una innata sabiduría y que hasta el más necio te puede aleccionar.

lunes, 25 de junio de 2012

Demócratas subterfugios


¿Qué es la Constitución? Esta es una pregunta complicada o sencilla dependiendo de a quien se la realices. Si es a un español normal y corriente te la puede citar de memoria o simplemente conocerla por encima, pero en ambos casos ninguno conocerá la verdadera naturaleza de la misma, su auténtica esencia. Si por el contrario la pregunta va dirigida a un militante del Partido Popular lo normal es que no tenga ni remota idea del contenido de la Constitución, pero lo que es seguro es que la conoce mejor que nadie y por ello que nunca te contestará con sinceridad. Para dichos sujetos la Constitución es un montón de “papelajos” que dicen cosas raras e ininteligibles pero que otorga la potestad de hacer lo que a uno le viene en gana. Independientemente de como sea la gestión realizada en el Gobierno, los militantes del Partido Popular saben que van a seguir recibiendo el apoyo de un gran sector de la sociedad en las siguientes elecciones, o dicho de otra forma, les van a seguir votando. Esto si es conocer la Constitución.

Una de las pocas obligaciones que tiene el Gobierno es la de dar explicaciones a todos los españoles durante el debate sobre el estado de la nación y este año no le da la real gana de hacerlo a Mariano Rajoy y no se va a hacer, ¡así de simple! Supongo que a pesar de ese discurso triunfalista que emiten para justificar cada una de las burradas que están haciendo, y que pagamos todos, no tienen mucha intención de someterse al tercer grado. No se van a “meter en la boca del lobo”, donde corren el riesgo de tener que reconocer las verdaderas consecuencias que traerá consigo la genial política de salvar el sistema neoliberal a toda costa.

Yo es que tengo el concepto democrático transgredido. Vamos a ver si me aclaro. En nuestra democracia se puede multar, aporrear y detener a quienes manifiestan su opinión. Se puede llenar toda una ciudad de cámaras de vigilancia para mantener el orden. El Gobierno puede saltarse las reglas para ocultar información y así no justificar sus actuaciones. Se puede ir a una guerra en la que no pintamos nada y en contra de la voluntad del 88% de la población. Se puede disponer del capital público para sostener a quienes más daño han hecho a los españoles. En definitiva, se permite expoliar, humillar y degradar al soberano de la Nación, que es el pueblo. Pues van a tener razón y esto es la Democracia, la que premia a inútiles, vagos, oportunistas, traidores, etc., con votos y cargos reelectos. Es así de triste, hagan lo que hagan los españoles seguiremos en este puñetero sistema neoliberal que tanto defienden PP-PSOE, porque en las siguientes elecciones, que a nadie le quepa duda, se volverá a votar y se votará a los mismos. Pero luego nos quejamos.


domingo, 24 de junio de 2012

La navaja de Ockham


Existe un principio básico en el campo filosófico que considero especialmente interesante. Ante un determinado hecho se pueden plantear diversas hipótesis. Incluso, puede suceder que entre todas las hipótesis planteadas, algunas tengan las mismas probabilidades de ser ciertas siempre y cuando se desarrollen en las mismas condiciones. La dificultad consiste en averiguar cuál de esas teorías es válida frente a las otras. Pues bien, el llamado principio de la navaja de Ockham expone que la teoría o hipótesis más simple será probablemente la verdadera en detrimento de la más compleja. Esta teoría puede explicarse de forma sencilla como una simple advertencia frente a aquellos que son dados a explicar u hecho mediante la multiplicación hasta el infinito de las posibles causas.

Una vez entrados en materia y tomando en consideración el principio a partir del cual articular la explicación que vamos ofrecer, hay que contextualizar el hecho sobre el que se han formulado dos hipótesis. El contexto en cuestión nos lleva hasta un más que de sobra conocido yacimiento cercano a la ciudad de Burgos. Atapuerca se ha convertido en una especie de Sancta Sanctorum del mundo de la paleoantropología, uno de los proyectos más sólidos y destacados a nivel internacional en este complicado campo de estudio, ofreciendo muchas conclusiones que en ciertos aspectos se han revelado como auténticamente revolucionarias.

La sierra de Atapuerca ofrece un conjunto de yacimientos, algunos en cueva y otros al aire libre, de desigual importancia. En todo este entramado, uno destacó por la aportación que hizo de material fósil clave para comprender y completar muchos datos en el siempre oscuro mundo de la evolución humana. Se trataba de la Sima de los Huesos, un pequeño yacimiento de complicada excavación que ha reafirmado su importancia en el mundo científico gracias al número de fósiles hallados. Se han recuperado los restos de hasta casi una treintena de individuos de la especie Homo heidelbergensis con una datación estimada aproximadamente en torno a los 500.000 años de antigüedad. Estos hallazgos, sucedidos prácticamente sin interrupción desde el año 1976, han convertido a este lugar en uno de los más importantes del mundo respecto a la materia en concreto que nos trata, la hominización. Por cierto, otro dato de interés respecto a la Sima de los Huesos: en este lugar, en único resto lítico que presume manufactura intencionada es un bifaz al que sus descubridores otorgaron el pomposo y previsible nombre de Excalibur.

Es evidente que uno de los aspectos que define la relevancia del hallazgo reside en la abundancia de restos fósiles recuperados. Casi treinta individuos en un único yacimiento, localizado en un angosto espacio en el interior de una oquedad a la que resulta extremadamente difícil llegar. Por otra parte, no se ha podido comprobar ningún tipo de actividad antrópica en el pequeño espacio. La pregunta que se hicieron los investigadores, por lo tanto, fue la razón última de esa importante acumulación de restos humanos en este lugar. Sólo eran posibles dos explicaciones: fueron arrojados allí a modo de antiguo basurero humano, una simple manera de deshacerse de los cuerpos muertos; o existía una intención funeraria y, por lo tanto, cierta actividad simbólica y cultural detrás de estas improvisadas y simples inhumaciones.

La navaja de Ockham vuelve a abrirse y se alza brillante y radiante al sol de la sierra de Atapuerca, zona de paso inmemorial desde Europa a las tierras peninsulares. El yacimiento burgalés se ha destacado por la espectacularidad de sus descubrimientos, siempre trascendentales para el desarrollo de la ciencia humana. Gracias a Atapuerca sabemos que fuimos en otros tiempos caníbales y que incluso los burgaleses fueron los primeros europeos. Incluso, podría considerarse que los primeros sentimientos de dolor y compasión ante la pérdida del prójimo se diesen por primera vez en la sierra burgalesa. Sólo habría que imaginar al grupo de compungidos homínidos arrojando a la Sima al compañero finado, esperando allí mejor suerte que la que le tocó vivir carroñeando animales muertos y corriendo delante de tigres dientes de sable. Es un sentimiento tan profundo como la Sima a la que arrojaban los restos de sus antiguos camaradas. O simplemente los arrojaron allí, lejos, evitando los olores nauseabundos de la carne putrefacta. El hombre, es gran incógnita.

Luis Pérez Armiño


viernes, 22 de junio de 2012

Otón I el Emperador. Parte III


Conseguido el sueño imperial, a Otón se le abría un complicado escenario político propio del que ostenta tal título. Para garantizar la sacralidad de su cargo reivindicó la prerrogativa de aprobación personal del Papa electo antes de que fuese consagrado y tuviera el pleno derecho a los poderes pontificios. A pesar de que esto suponía una clara intromisión en los asuntos internos de la Iglesia nadie discutió su legitimidad. Había jurado en la ceremonia de coronación en el nombre de Cristo ser ante Dios y ante San Pedro el defensor y protector de la Iglesia romana. Como tal, se veía en el derecho de preservar la integridad de la Iglesia y mantenerla al margen de las intrigas locales de las que era victima en aquel momento y para ello se hacía necesaria la injerencia personal del Emperador. La sacralidad imperial, entendida desde la mentalidad de la época, le otorgaba la supremacía en el mundo cristiano. Las responsabilidades adquiridas le convertían en el máximo defensor del cristianismo frente a las amenazas tanto internas como externas.

La soberanía de Otón abarcaba los reinos de Germania, Borgoña e Italia. Siguiendo la referencia del imperio carolingio, quedaban al margen de la autoridad imperial Francia, pero esa pérdida territorial quedaba contrarrestada con las tierras adquiridas a expensas de los eslavos del este. Había logrado que polacos, bohemios, húngaros y moravios reconocieran su autoridad imperial. Para dar continuidad a sus conquistas orientales creó el obispado de Praga con la función de organizar la evangelización de todos estos pueblos.

Los años precedentes a la muerte del Emperador los pasó prácticamente en Italia. Fue en esta tierra donde se encontró con los conflictos más graves. Para asegurar el dominio en su propio territorio tuvo que neutralizar, no sin cierta dificultad, a Berengario. Pero el mayor contratiempo le vendría desde Roma. La Iglesia recelosa del poder del Otón, que limitaba su capacidad de acción y decisión, busco con intensidad anular la prerrogativa por la que el Emperador debía de dar el visto bueno en la elección del pontífice. Se puso a prueba el poder imperial y la respuesta no se hizo esperar. Por dos veces Otón I depuso a un Papa, sustituyéndole por otro de su confianza. Pero la resistencia de la Iglesia a perder su autonomia fue tal que el segundo Papa impuesto por Otón tuvo que ser sostenido en su cargo por medio de las armas.

El poder del Emperador también se vio afectado en la Italia meridional que nunca llegó a someter. La presencia de Bizancio por un lado y los principados lombardos por el otro, impidieron la incorporación de estos territorios al Imperio. Aun así, consiguió una paz ventajosa. En el tratado se establecía el enlace nupcial de su hijo, el futuro Otón II, con una princesa bizantina. En el año 973 Otón I fallecía dejando a su hijo un vasto territorio consolidado y en expansión, además del cetro imperial.

El reinado de Otón I trajo consigo un renacimiento arquitectónico y artístico que se vio reflejado en las escuelas catedralicias y en la producción de manuscritos. Pero también dejo de herencia a sus sucesores unas relaciones con la Iglesia de continua tensión. Los enfrentamientos entre Emperador y Papa se convirtió en una constante, un perpetuo enfrentamiento por reafirmar el poder sobre el otro. La resistencia de la Iglesia a ser controlada por el poder político y la tenacidad de los emperadores por preservarse la prerrogativa de aprobación papal, dio como resultado sucesivas deposiciones de los papas por parte de la autoridad imperial y otras tantas excomulgaciones de emperadores por parte de los pontífices. Los enfrentamientos Iglesia-Imperio prevalecerán hasta bien entrado el siglo XIII. En el año de 1279 se hace con el poder Rodolfo I de Habsburgo, aprovechando el periodo de decadencia que sufre el Imperio desde la muerte de Federico II en el 1250. Rodolfo va a reconocer la supremacia de la Iglesia poniendo fin al litigio. Pero esa es ya otra historia...

jueves, 21 de junio de 2012

En el pozo María Luisa...


En esta vorágine estúpida y macabra que ha emprendido el Gobierno contra los españoles se suma un capítulo más, el que atañe a los mineros. El Ejecutivo ha decidido terminar con la minería en España por considerarla poco rentable. Lo va hacer retirando las ayudas al sector e incumpliendo con lo pactado anteriormente. Si obviamos los miles de puestos de trabajo, tanto indirectos como directos, que se van a llevar por medio, tienen razón. El carbón español es caro y de mala calidad, eso ya lo sabemos todos. Pero si nos ponemos a pensar en la cantidad de entidades financieras que no son ni buenas ni rentables y en la cantidad de dinero que se las va a dar para que lo “empiecen a ser”, a uno no le queda por menos que indignarse ¿No cree que es el mometo de empezar a proteger a sus ciudadanos? Muchas familias, que trabajan muy duro, dependen de este sector y usted las somete a la miseria y las insulta dando indecentes cantidades de dinero a los parásitos.

Atrás quedan los millones de euros, procedentes de las arcas públicas, que se invirtieron en la Ciuden para crear una caldera que capturase el CO2 con el fin de conseguir que el carbón fuese una energía limpia, justificando de esta forma la continuidad de las explotaciones. Atrás queda también el esfuerzo y el trabajo que se invirtió para encontrar una solución a la minería española y que el señor Rajoy se ha pasado por el forro. Es como si todo se estuviera haciendo al revés, como si nos provocaran continuamente a ver donde está nuestro límite. El fin del carbón supone un durísimo golpe a la economía de aquellas provincias que cuentan con minas. El Gobierno parece no ver que ya hay demasiado paro y que la ayuda que necesita la minería es una ridiculez en comparación con la que se va a inyectar en otros sectores deficitarios. Los puestos que dependen de la minería son miles. No solo están los mineros, sino que hay muchas empresas privadas que subsisten al amparo del carbón y que sin él tenderán a desaparecer.

La polémica suscitada en torno al fin de la minería ha convulsionado la vida política y social de las provincias afectadas. Incluso la presidenta provincial del PP y de la Diputación de León llegó a afirmar que no permitiría que se hiciese ese daño a la economía leonesa. Dicha presidenta es Isabel Carrasco. Una pequeñaja petulante, malcriada y con ínfulas de grandeza que toda España conoce por los once sueldos que está cobrando. A esta señora solo la he oído decir una cosa que me agradara y era que iba a defender el carbón de León a toda costa. Y que lo haría imponiéndose incluso a las directrices marcadas desde su propio partido político, el que gobierna actualmente España. Desde las altas esferas del Partido Popular se amenazó con sanciones a aquellos senadores populares que votaran en contra de las directrices.

Oyendo la seguridad con la que la presidenta de la Diputación hizo tales afirmaciones, unido con el poco respeto que siente por todo aquello que no sea Isabel Carrasco, muchos leoneses pensaron que iba a plantarle cara al mismísimo Mariano Rajoy. Fue tan solo un espejismo de esperanza. En las votaciones los tres senadores populares por la provincia de León dieron su voto en contra de la minería. La señora Carrasco ha vuelto a hacer gala de sus dotes de mando y de como su valentía solo es válida con aquellos a los que puede pisotear, pero si es un superior el que enseña el diente esa arrogancia se diluye.

Alimentando un poco más este esperpento político, uno de los senadores llegó a decir días antes que "Me reafirmo en lo dicho en su momento. Debo votar y votaré en conciencia y en defensa de los intereses de los leoneses. Guste más o guste menos es así. Yo soy como soy, no cambiaré a estas alturas y está claro el sentido de mi voto salvo que me muera o me dé algo". Después de haber votado todo lo contrario a lo dicho, vino a afirmar que no sabía que eran las votaciones relativas a la minería. Otro de los senadores se justificó diciendo que tres votos no iban a ninguna parte.

En esta ocasión el Gobierno ha metido la pata “hasta el corvejón”. Deberían ciertos políticos de ilustrarse un poco en el pasado, pero estos porfiados lo más parecido a un libro de historia que han tenido de cerca es la biblia. Realmente no saben bien con quien se han metido, con los mineros, un ejemplo a seguir por el resto de los españoles, pues están unidos y tienen el valor suficiente para plantarle cara al mismísimo ejército y no lo digo por decir, solo hay que echar un vistazo atrás, al año 1934. Los mineros no se van a achantar hasta que se les plantee una solución y seguirán cortando carreteras, protestando, invadiendo el Congreso y Senado, etc… No se extrañe señor Rajoy que en una de esas plácidas tardes domingueras se le cuele por las ventanas de la Moncloa un cantar triste, cargado de historia y desdicha, y que comienza diciendo “En el pozo María Luisa…”