sábado, 24 de marzo de 2012

El hombre de Piltdown


Tan dados como somos a la conmemoración de acontecimientos de desigual relevancia cultural, durante este año 2012 se cumplen cien años de uno de los mayores fraudes en la historia de la ciencia: el “descubrimiento” del Eoanthropus dawsoni, eslabón perdido en la evolución humana según sus “descubridores – hacedores”: un abogado aficionado a la arqueología, Charles Dawson; el paleontólogo Arthur Smith Woodward, del departamento de Historia Natural del Museo Británico; y Teilhard de Chardin, también paleontólogo aunque de origen francés, curiosamente jesuita.

Monolito que recuerda el lugar donde se “descubrieron” los restos del hombre de Piltdown
Autor: Nick Woolley
El fósil fue datado con una antigüedad de medio millón de años. En 1912 Inglaterra podía afirmar con orgullo ser la cuna del antecesor directo del hombre moderno. En esas curiosas equivalencias de reminiscencias victorianas, este “primer hombre moderno casualmente inglés” justificaba la expansión del Imperio británico y la superioridad de la raza blanca. Hoy es evidente que la única equivalencia posible es precisamente “racismo – fraude”.

El engaño era burdo: a un cráneo humano de época medieval se le unió una mandíbula de orangután –retocada para ofrecer cierto aspecto de venerable “antigüedad”- con los dientes limados. Teóricamente, este raro fósil apareció en Piltdown, localidad del condado de Sussex, en Inglaterra. Junto a estos restos se recuperó industria lítica. Hoy, sin embargo, queda todavía por saber quién fue el responsable último de la estafa.

Dawson es el principal sospechoso. No sólo consiguió convencer de su fraude a la comunidad científica. De hecho, marcó la línea de investigaciones paleontológicas hasta que en 1953 se desechó la autenticidad del hombre de Piltdown. Pero nadie se había percatado de un curioso hecho: tras su muerte en 1916 no volvieron a aparecer restos de tal magnitud en Piltdown, como destaca el investigador Joe Nickell para el diario El País (edición digital del 6 de enero de 2008).

Teilhard de Chardin también fue sospechoso del fraude. Las teorías de la evolución formuladas por Darwin se alzaban amenazadoras contra los intereses de la fe. Y el hombre de Piltdown podría haber puesto punto y final a tan agria polémica al lograr crear una nueva corriente conciliadora de ambas tendencias. La implicación de Teilhard de Chardin podría suponer un indicio sobre el protagonismo de la conspiración eclesial en el fraude. Otras teorías llegan a afirmar que todo el asunto no sería más que una broma de un joven Teilhard de Chardin que se le fue de las manos.

El hombre de Piltdown
Autor: Trish acero

Por último, Woodward era un científico deseoso de un rápido reconocimiento académico. Francisco Anguita, para el mismo artículo de El País citado más arriba, hace referencia a los científicos sin escrúpulos deseosos de reconocimiento y, por lo tanto, de más ayudas económicas. Sin embargo, Woodward parece que no destaca tanto la importancia de los hallazgos de Piltdown en el conjunto de sus investigaciones.

Por el momento, todo son conjeturas. Quizá nunca seamos capaces de conocer quién fue el responsable de uno de los mayores fraudes científicos del siglo XX. Puede que sea necesario un Sherlock Holmes que señale al culpable. Por cierto: se llegó a creer que el responsable último del engaño fue el genial Conan Doyle.

Luis Pérez Armiño


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